miércoles, 10 de abril de 2013

-  I feel dissapointment.
- That´s a lover´s word.

The Interpreter (2005)
A lo largo de ese film de Sidney Pollack averigüamos que la intérprete de la Onu, Silvia Broome,  a la que da vida Nicole Kidman no es una empleada neutral. Su pasado africano, del mismo origen (la República de Matobo) que el idioma Ku en el que escucha por azar el plan para liquidar a su presidente, su militancia armada en la disidencia de ese dignatario hace que fluctúe para la policía entre la condición de sospechosa y víctima. Los policías encargados de la seguridad de autoridades, Tobin Keller (Sean Penn) y Dot Woods (Catherine Keener) deberán lidiar además con una dificultad añadida que complica la ya de por sí tensa contrarreloj para resolver el complot antes del discurso del presidente africano. Y es que tanto Silvia como Tobin son dos personas en proceso de duelo, Silvia por su familia asesinada, Tobin por su mujer muerta en un accidente que bien pudiera encubrir también un asesinato. Dos personas en el límite de desmoronarse por la más desgarradora tristeza. El film se beneficia de un reparto solvente, de la fotografía diurna más bella que de Nueva York se haya hecho desde sus muelles más modernos, de todos los ángulos y efectos que caracterizan al cine de acción y de la química eficiente entre Penn y Kidman que tiñe de afecto su difícil coincidencia vital. Es además una de esas películas a sumar en una larga lista ya de cine que expresa la mala conciencia occidental y estadounidense respecto al tratamiento del continente africano. Una película que abunda en los traumas que causan las guerras, en los ideales que se traicionan en la política de las naciones en construcción. Y que por supuesto no decepciona respecto a la aparición en papel pequeño de su director. Proporciona además ocasión al magnífico Yvan Attal (Philippe) para probarse en papeles del star-system, realiza un homenaje a Isak Dinesen con la añoranza de África que expresa su protagonista reivindicando ese poco conocido mundo de los sudafricanos blancos. La superación del daño irreparable que ejerce la violencia indiscriminada sin ejecutar venganza es, sin embargo, la piedra de toque del argumento.

lunes, 8 de abril de 2013


Attaquer à la hierarchie c´est remettre en cause le système.
On va pas vous en laisser faire ça.



36, Quai des Orfèvres (2004)

No hay peores odios que los que se profesan rivales que en el pasado compartieron amistad, confidencias e incluso un amor. Esa abismo entre Léo Vrinks (Daniel Auteil) y Denis Klein (Gérard Depardieu) a propósito de Camille Vrinks (Valèria Golino) determina en buena parte esa pérdida de gracia o hado fatal que se abate sobre el equipo de policías de la dirección del título de esta película de Olivier Marchal. El superior de ambos, el director de la policía judicial Robert Mancini (André  Dussolier) pone la nota ecuánime, equilibrada y racional a ese dúo BRI - OCD que es puro estómago y que se mueve por instintos. Aunque se había decidido por Vrinks para sustituirle en el puesto, su caída en desgracia favorece al hombre que contribuye a esa caída, Klein, que es quien accede al poder que tanto ambicionaba. Se acumulan las injusticias sobre aquellos que nos inspiran más simpatía, aquellos que conservan aún mayor cantidad de humanidad, un número mayor de buenos gestos que oponer a la corrupción de otros. Aquellos que amaban la profesión abandonan, como Ève Verhagen (Catherine Marchal, esposa del director) hacia oscuros puestos. Es cine negro, muy negro, con algunos pasajes próximos al melodrama. Con el privilegio de reunir padre e hija en la ficción y en la realidad, Lola Vrinks en edad de 17 años interpretada por Aurore Auteil. Aunque, si se suma a lo ya dicho que el director se reserva un pequeño papel, el de Christo, pareja de la madame amiga del protagonista Manou Berliner (Mylène Demongeot), no hay de qué extrañarse. C´est un affaire de famille. El guión es circular, va atando todos los cabos que deja sueltos y retorna al equilibrio. No hay dramatismos en la fotografía. La luminosa campiña no está exenta de resultar idónea para albergar el crimen o la traición. Algo de lo que amamos queda y la risa va por barrios serían las moralejas más inmediatas.

sábado, 6 de abril de 2013

Something has happened. You can´t go back and have it not happen.
Some kind of connection has been made. It has to be played out.




  



Gran Canyon (1991)
Lawrence Kasdan es responsable de muchos hallazgos felices: el personaje de Indiana Jones, el descubrimiento de Kevin Costner (que tuvo sus momentos aunque a veces nos pese rememorarlo), Keanu Reeves o River Phoeniz y algunos de los mejores títulos de William Hurt y Kathleen Turner (Fuego en el cuerpo, El turista accidental). En los últimos tiempos sus dos últimas películas de resultado algo decepcionante le han hecho concentrar sus esfuerzos en su faceta de guionista. Antes de eso, como guionista (junto a su mujer Meg) y como director firmó este film. En él repetía con Kevin Kline y Danny Glover. Y antes de Iñarritu y de las Vidas cruzadas (Short chuts, 1993) de Robert Alman, compuso en ella un retrato de la convivencia de las gentes de Los Ángeles con la violencia creciente de sus calles y barrios, el sempiterno helicóptero de la policía cruzando sus cielos nocturnos.
Así, un productor de cine gore violento, Steve Martin, comparte un partido de béisbol con su amigo abogado de inmigración Mack (Kevin Kline) y a la salida este último toma el atajo equivocado por un barrio habitado por negros y se topa en plena avería con una de sus bandas armadas. Tiene la suerte de ser auxiliado por el encargado de la grúa negro Simon (Danny Glover) quien hace entrar en razón al cabecilla. Esa deuda de vida que contrae Mack transforma todo su mundo. Ya no puede desentenderse de la vida de Simon y de procurar mejorarla, incluso consiguiendo para él una novia, Jane (Alfre Woodard). Tampoco puede permanecer indiferente a la transformación que se produce en su mujer Claire (Mary Mcdonnell) a raiz del encuentro con una bebé abandonada en unos arbustos.  Y de esta manera también logra resolver la atracción que siente por su asistente Dee (Mary-Louise Parker, en el tipo de papel que hoy encarnaría alguien como Anne Hathaway). Aparte del placer de ver a Kevin Kline y Steve Martin en un papel dramático (este último mucho mejor actor en ellos que en los papeles cómicos en mi subjetiva opinión) y de disfrutar de una actriz muy valorada entonces y olvidada luego (Mary Mcdonnell) uno extrae el mensaje de que frente a todo el caos y violencia sobre el que nadie tiene ningún control puede haber margen de acción para el amor, los buenos sentimientos, la amistad, los caminos apacibles y que estos contribuyen en gran medida a que sus habitantes no terminen completamente histéricos las 24 horas del día.



jueves, 4 de abril de 2013

- how about Alice for a girl? Like Alice in Wonderland?
- I like Sadie, like in Sexy Sadie.



Wonderland (1999)

Michael Winterbotton dejó en esta película un retrato agridulce de muchas vidas londinenses, al límite de las fuerzas y con poco sitio para el brillo o la euforia. Se retrata las vidas de varios miembros de una familia de clase obrera, principalmente de las tres hermanas que atraviesan situaciones vitales dispares. Debbie (Shirley Henderson) es peluquera y madre de un niño de unos doce años de cuyo padre está separado. Tiene ligues cuando puede pero no pretende de ellos más que la satisfacción sexual. La que le sigue en edad es probablemente Nadia (Gina Mckee, auténtico vector protagonista de la cinta) que trabaja como camarera, está soltera y se ha inscrito en la página "lonely hearts" de contactos para encontrar pareja. Y luego está Molly (Molly Parker)a punto de dar a luz y con un marido, Eddie (John Simm) que la adora pero que está abrumado por la responsabilidad de la paternidad y eso le lleva a reconsiderar su trayectoria vital. La familia se completa con el ex de Debbie, Dan (Ian Hart), sus padres, el pacífico Bill (Jack Shepherd) y la amargada y violenta Eileen (Kika Markham)y el hermano que ha escapado del núcleo, Darren (Enzo Cilenti).La película traslada un Londres visto por un Boccioni con cámara de vídeo, más disfrutable de noche que en horas de luz en el que centellean las luces artificiales a través de la niebla configurando ese paisaje de maravilla por el que deambulan desorientados y algo descorazonados sus solitarios habitantes. Nadia va sin descanso transitando por él dentro de esa nebulosa de luces, transitando sin ver la felicidad que le espera cerca y que se revela tan solo al final.

martes, 2 de abril de 2013

- Los sueños hay que cocinarlos con las cosas que uno tiene en la nevera.
No con las cosas extrañas que te venden en los restaurants de la guía Michelín. 
Por más estrellas que tengan, mujer. [..] Abrí la nevera, mirá,
y haya angulas o boquerones, todo puede resultar rico.



Entre vivir y soñar (2004)
Alfonso Albacete y David Menkes dirigieron y firmaron junto con Ángeles González Sinde esta tragicomedia cursi. Ana (Carmen Maura) creyó encontrar a su gran amor en el verano del 68 en la Costa del Sol con quince años (Marta Etura), un francés llamado Pierre (David Janer) pero éste se marchó precipitadamente con su familia. Y luego perdió a su gran amiga Verónica (Elena de Frutos) porque la familia de ésta se marchó también, pero a la emigración a Argentina. Dos años más tarde se casó con el vocalista de Félix y los desaparecidos pensando que o bien por esa circunstancia del rock o bien por la agencia de viajes de su padre en la que acabaría trabajando ella también tendría opción de viajar y ver mundo. Pero Félix (Manuel Manquiña) acabó siendo un pelmazo aburrido de cuidado, timorato a los aviones y alérgico a los viajes. Así que básicamente a Ana le quedó tener una hija, criarla, estudiar francés - atención al cameo de Fernando Colomo y a la narración en off de Wyoming- y dar clases de cocina francesa cultivando los sueños del amor con Pierre que no pudo ser. Son esas clases de cocina las que le dan la excusa para plantarse en París y aparte de cumplir más o menos bien con lo que se espera de ella en la academia dedica el resto de su tiempo a buscar frenéticamente a su amor platónico. En esta búsqueda le ayuda su amiga Verónica (Soledad Sylveira) aportándole el apellido de Pierre (Langlois) y el vecino de la chica que le deja el apartamento, Juan Francisco, Jean François para los amigos de Paris (Àlex Brendemühl). Es en la química entre esos dos soñadores que interpretan Maura y Brendemühl donde reside el auténtico valor de esta enrevesada historia de cómo a los cincuenta hasta el más pusilánime puede decidirse por abandonar el territorio cómodo de los sueños y decidirse a poblar su vida de realidades. Al grito de "ahora o nunca". Y además disfrutarlo. Por eso, por esos tejados de París al amanecer, por regalar a Maura un papel de ingenua realmente enternecedor, por unos cuantos momentos genuinamente hilarantes y el rescate que hace del amor de los inocentes esta película merece contemplarse con cariño e indulgencia.

domingo, 31 de marzo de 2013

- "I´ve never been to Aden or Abisinia or Sébastopol. Besides, i cannot talk 
with posh accent flaw. I´m just a maid, sir".
- I don´t think the word "just" would apply with you about anything.

The Englishman Who Went Up a hill But Came down a mountain (1995).
 Toda pequeña región del mundo debería tener su cine que cartografiase la vida de sus gentes para preservarla del olvido. Y lo haría con la misma forma de literatura que son los mapas, la "ropa interior" de un país que conforma a éste en definición de Morgan the Goat (el siempre soberbio Colm Meaney) que regenta la taberna y posada. Dos excombatientes británicos trabajando en 1917 para la Royal Society estableciendo medidas del territorio llegan a un pueblo que tiene a honor albergar la primera montaña de Gales. Uno de ellos está en su jubilación, George Garrad (Ian McNeice) y otro fue gravemente herido al comienzo de la guerra, Reginald Anson (Hugh Grant). Cuando determinan que la montaña mide 328 metros respecto a la cifra de corte de 333 por debajo de la cuál un promontorio es colina y no montaña al pueblo se le viene todo abajo. Han perdido hombres por la guerra y las minas pero no están dispuestos a perder su identidad. La película es un canto pues a la capacidad de cambio que posee la voluntad colectiva cuando trabaja al unísono en una dirección. Las escenas de traslado de tierra no extrañaría que estuvieran en la mente de Danny Boyle cuando imaginó la ceremonia inaugural de los JJ.OO. de Londres en 2012. La película la firma Christopher Monger que es principalmente guionista y que comparte la autoría de éste con su hermano Ivor. Pero sobre todo es de esas comedias deliciosas, sanas, que traen ecos de esa idílica visión de Innisfree, del mundo rural tal y como lo concibió John Ford para The Quiet Man. Que nos traen también accentos diferentes de lenguas locales dentro de las Islas británicas. El duelo entre el tabernero y el Reverendo Jones (Kenneth Griffith) está a la altura de las trifulcas de Fernandel y Pepone.
Es una delicia además observar la química entre la pizpireta Tara Fitzgerald y Grant que también tuvo con su compañero de reparto, un año más tarde, Ewan McGregor. Tara Fitzgerald se ha prodigado menos en cine que en televisión, cuya última aparición es en Juego de Tronos. Suya es, en gran parte, la responsabilidad de hacer de este film uno de esos títulos inolvidables que su historia en apariencia humilde pudiera no ambicionar.

- We are talking about her child.
- We are talking of an embrion of a scientific specimen.


Man to man (2005).

Hay científicos con ética y sentimientos y científicos carentes de empatía como en el resto de personas. Tres antropólogos escoceses decididos a encontrar el eslabón perdido entre el mono y el hombre capturan a dos pigmeos en África central y los llevan a Edimburgo para estudiarlos y luego mostrarlos ante el resto de la sociedad científica y público. No sería la primera vez que el director y co-guionista de Indochina (1992) cuestiona el la falta de autocrítica y soberbia del occidental respecto de otros pueblos. Régis Wargnier parece un hombre del renacimiento capaz de producir, dirigir, escribir tanto el guión como la banda sonora e incluso actuar si se tercia. En el camino hacia la notoriedad y trascendencia de esos tres científicos los caracteres de cada uno van definiéndose. Y serán muchas las barreras morales que sobrepasarán para seguir adelante con su inductista teoría. Pero su sociedad y amistad se irá disolviendo conforme a su mayor o menor amor por la verdad, su capacidad para ver más allá de los libros y las mediciones y su fidelidad a la ciencia y a la humanidad. El científico captor, el más joven, sin fortuna ni familia, Jamie Dodd (magnífico Joseph Fiennes) es el que aunando las emociones del trabajo de campo, un mayor contacto con los pigmeos y un amor a la ciencia más entregado conserva intacta su dignidad y rectifica en favor de los que él aprehende son sus iguales "man to man", Toko (Lomama Boseki) y Lykola (Cécile Bayiha). Idéntica conversión se produce en Helena Van den Ende (la todoterreno Kristin Scott Thomas, viuda del cazador Marius y comerciante de animales para zoos. Fraser McBride (Hugh Bonneville), dominado por el violento carácter de su acaudalado cuñado, acierta a comprender emocionalmente la verdad que tiene ante los ojos pero la debilidad de su voluntad le convierte en un peligro para los pigmeos y para sí mismo. Y luego en esa escala de "el bueno, el débil y el malo" está Alexander Auchinleck (Iain Glen) que no duda en obviar asesinatos, el rapto y atrocidades mayores con tal de lograr la ansiada gloria científica. Es preciso un límite a cualquier tipo de ambición en la vida y en la ciencia. El límite del bien y del mal que tan pronto aprendemos de pequeños y que igual de pronto parecen algunos olvidar al crecer.


viernes, 29 de marzo de 2013

With stormy weather, we all stick together,
with a knife, a fork and a spoon.




Pot´o gold (1941).
Hay películas que no se pueden separar de su época y actores que tienen la suya. Hubo un tiempo que había ciclos televisivos de buena parte de la filmografía de James Stewart. Tiempos sin duda más cándidos o conservadores que éste aunque no sorprendería que al ritmo de marcha militar que circulamos acaben volviendo ese tipo de programaciones. El arca de oro es un título extraído de una rima fácil que hace Charles C. J. Haskell (Charles Winninger): The clouds that make the day full gray, will soon or later pass away,
There´s allways a pot of gold at the end of the rainbow. Es el propietario de un imperio alimentario en una época donde la comida se ha convertido casi en un lujo. Su difunto hermano y sobrino y único heredero James Haskell (James Stewart) pertenecen a la rama idealista de la familia que ha conservado veinticinco años una tienda de música de pueblo que ahora se enfrenta al cierre por bancarrota. Justo cuando esa realidad de desahucio obliga a James a aceptar la oferta de su tío se ve arrastrado a una marea de inquilinos de la pensión de una de esas bondadosas y enérgicas matriarcas irlandesas,  Mom McCorkle (Mary Gordon), que además integran una banda cuya vocalista principal es la hija de esta matriarca Molly McCorkle. Y este personaje clave está interpretado por Paulette Godard, el tipo de actriz que ya no se ve. Una actriz que podía ser extremadamente hermosa pero además desbordar gracia y sentido del humor, con una figura impecable, una perfil y fotogenia envidiables, soltura en el baile, armonía en la voz, un tipo de profesional completo para tiempos difíciles. Porque esta cinta musical es un canto a la esperanza y al optimismo para una América que acaba de meterse en una gerra mundial. No sólo ilusiona con la posibilidad de enriquecerse si uno ahuyenta los fantasmas del pasado sino de superar juntos, unidos, compartiendo una misma mesa de comida fraternal, las penas y las alegrías de unos tiempos difíciles. La música que separaba las posiciones del anciano Haskell (con dos momentos desternillantes en la cárcel y en el Québec) y del clan McCorkle les reúne al fin por mor de la publicidad.
- Is this some rule that all black have to know how to cook?
- Honey, down here there is a law that everybody knew how to cook.


Passion fish (1992)
Este es un film que llamaríamos regionalista, en el mejor sentido del término. Retrata una vida de una persona y al tiempo la vida en Louisianna, un estado negro, francés, sureño. 
Un actriz de culebrones, May- Alice Culhane (Mary Mcdonnell) es atropellada con resultado de paraplejia y decide retirarse en la casa donde creció y por la que van a sucederse muchas enfermeras hasta que aparece otra chica del norte, de Chicago, Chantelle (Alfre Woodard) lo bastante necesitada del empleo como para persistir en él. En esa necesidad mutua reside la posibilidad de esa recuperación de ambas a una vida más o menos normal, más o menos plena. Por la casa van circulando el tío alcohólico de May-Alice, Reeves (Leo Burmester), sus antiguas compañeras de colegio, sus antiguas compañeras de teleserie Dawn (Angela Basset) y Kim (Sheila Kelley) entre otros. Y todos van comprobando el  buen funcionamiento de esa sociedad que se establece entre las dos. Una relación basada en el respeto que camina hacia la amistad y el afecto. Del bienestar y felicidad de estas mujeres se ocupan, respectivamente, Sugar LeDoux (Vondie Curtis-Hall) y un antiguo y latente aún flechazo de May-Alice, Rennie (David Straithairn). Ambos las introducen en la cultura y leyenda local de los Cayos, del pantano, de la vida sin más complicaciones. Ambos poseen ese carácter tranquilo, tierno, sanador en una película que gira desde cualquier ámbito sobre la idea de la curación. Obviamente están los temas de las raíces, de la vida sin tiempo del norte y la vida pausada del sur, de la importancia de la familia y de lo auténtico. Y de cómo, a veces, esto aparece en la bondad de los extraños. El guión y dirección corren a cargo de John Sayles que ha tenido en siete de sus películas a David Strathairn como su actor fetiche. Esa calma del pantano es lo que más se recuerda de esta película, la serenidad de ver instalarse en un alma atormentada la paz. Mary Mcdonnell no es, desde luego, extraña a este papel de misfit solitario, de ave caída del nido que le toca interpretar.

jueves, 28 de marzo de 2013

Je t´ai épousé parce que tu es le genre de femme a ne me laisser un moment de répos.
Tu n´as m´a jamais deçu. Tu es curieuse, inventive, tu possèdes des ressources 
inépuissables de complication avec un point de départ l´aéroport Charles Degaulle.
Ça c´est que j´aime en toi.













Mont Petit doigt m´a dit (2005)

Pascal Thomas adaptó en esta película la novela homónima de Agatha Christie (By the pricking of my thumbs (1968). El título hacía referencia al pasaje de Shakespeare que corresponde en Macbeth a una de las brujas "By the pricking of my thumbs, something wicked this way comes". Alude así a la capacidad de preveer el mal, de presentirlo, la intuición para desvelar los crímenes de los aficionados que además nunca son descubiertos ni castigados que posee Prudence Béresford, la protagonista encarnada por Catherine Frot. Como ocurre en los argumentos ideados por Christie el curso de la investigación precipita no solo el descubrimiento del crimen originario sino también que se produzca algún nuevo cadáver. Prudence acude con su marido, el coronel Bélisaire, a Le coteau ensoleille, una casa de retiro, a visitar a la tía de Bélisaire, Ada (Françoise Seigner) que no soporta el carácter inquieto de Prudence. Ese mismo carácter que por estar fuera de la norma de una esposa de militar y madre de una hija - Marie Christine (Sarah Biasini) , que debería estar encantada con sus nietos suizos por muy estúpido que fuera su yerno o muy insulsa que fuera la vida de esta hija - critica el general (Bernard Verlay). Por fortuna para ella su marido no sólo comprende sino que admira esa pasión por la investigación y resolución de misterios de su inusual esposa. Tal vez por aquello de que los mejores matrimonios se componen de un yin y un yang, del complemento perfecto entre dos caracteres distintos. La misteriosas muertes de la casa de retiro, el encuentro con Rose Evangelista (Geneviève Bujold) lleva a Prudence hasta una casa de la región de Rhône-Alpes, y de ahí a un pequeño pueblo a hacer sus pesquisas entre el cura (André Thorent), su misteriosa ayudante para todo (Valérie Kaprisky) y el hombre que esta protege, Monsieur Sevigné (Laurent Terzieff) y que posee esa gran casa precedida de un sendero de plátanos cuya pintura de Boscovin puso a Prudence sobre la pista de un misterio.
Una ocasión magnífica para disfrutar de dos de los mejores actores del cine francés. De Dussolier se recordará su presencia cuando era joven en la primera versión de Tres solteros y un biberón. Sin desmerecer sus dotes de entonces en los últimos años su despliegue de actividad y de talento es un regalo para cualquier amante del cine francés, del cine en general. A ambos les acompañan unos ingredientes, humor e inteligencia, en una combinación deliciosa que se agradece en gran medida y que ha merecido una segunda (Le crime est notre affaire, 2008) y tercera entrega (Associés contre le crime, 2012) .