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viernes, 29 de marzo de 2013

With stormy weather, we all stick together,
with a knife, a fork and a spoon.




Pot´o gold (1941).
Hay películas que no se pueden separar de su época y actores que tienen la suya. Hubo un tiempo que había ciclos televisivos de buena parte de la filmografía de James Stewart. Tiempos sin duda más cándidos o conservadores que éste aunque no sorprendería que al ritmo de marcha militar que circulamos acaben volviendo ese tipo de programaciones. El arca de oro es un título extraído de una rima fácil que hace Charles C. J. Haskell (Charles Winninger): The clouds that make the day full gray, will soon or later pass away,
There´s allways a pot of gold at the end of the rainbow. Es el propietario de un imperio alimentario en una época donde la comida se ha convertido casi en un lujo. Su difunto hermano y sobrino y único heredero James Haskell (James Stewart) pertenecen a la rama idealista de la familia que ha conservado veinticinco años una tienda de música de pueblo que ahora se enfrenta al cierre por bancarrota. Justo cuando esa realidad de desahucio obliga a James a aceptar la oferta de su tío se ve arrastrado a una marea de inquilinos de la pensión de una de esas bondadosas y enérgicas matriarcas irlandesas,  Mom McCorkle (Mary Gordon), que además integran una banda cuya vocalista principal es la hija de esta matriarca Molly McCorkle. Y este personaje clave está interpretado por Paulette Godard, el tipo de actriz que ya no se ve. Una actriz que podía ser extremadamente hermosa pero además desbordar gracia y sentido del humor, con una figura impecable, una perfil y fotogenia envidiables, soltura en el baile, armonía en la voz, un tipo de profesional completo para tiempos difíciles. Porque esta cinta musical es un canto a la esperanza y al optimismo para una América que acaba de meterse en una gerra mundial. No sólo ilusiona con la posibilidad de enriquecerse si uno ahuyenta los fantasmas del pasado sino de superar juntos, unidos, compartiendo una misma mesa de comida fraternal, las penas y las alegrías de unos tiempos difíciles. La música que separaba las posiciones del anciano Haskell (con dos momentos desternillantes en la cárcel y en el Québec) y del clan McCorkle les reúne al fin por mor de la publicidad.