- I feel dissapointment.
- That´s a lover´s word.
The Interpreter (2005)
A
lo largo de ese film de Sidney Pollack averigüamos que la intérprete de la Onu, Silvia Broome, a la que da vida Nicole Kidman no es una
empleada neutral. Su pasado africano, del mismo origen (la República de Matobo) que
el idioma Ku en el que escucha por azar el plan para liquidar a su presidente,
su militancia armada en la disidencia de ese dignatario hace que fluctúe para
la policía entre la condición de sospechosa y víctima. Los policías encargados
de la seguridad de autoridades, Tobin Keller (Sean Penn) y Dot Woods (Catherine
Keener) deberán lidiar además con una dificultad añadida que complica la ya de
por sí tensa contrarreloj para resolver el complot antes del discurso del
presidente africano. Y es que tanto Silvia como Tobin son dos personas en
proceso de duelo, Silvia por su familia asesinada, Tobin por su mujer muerta en
un accidente que bien pudiera encubrir también un asesinato. Dos personas en el
límite de desmoronarse por la más desgarradora tristeza. El film se beneficia de un reparto solvente, de la fotografía diurna más bella que de Nueva York se haya hecho desde sus muelles más modernos, de todos los ángulos y efectos que caracterizan al cine de acción y de la química eficiente entre Penn y Kidman que tiñe de afecto su difícil coincidencia vital. Es además una de esas películas a sumar en una larga lista ya de cine que expresa la mala conciencia occidental y estadounidense respecto al tratamiento del continente africano. Una película que abunda en los traumas que causan las guerras, en los ideales que se traicionan en la política de las naciones en construcción. Y que por supuesto no decepciona respecto a la aparición en papel pequeño de su director. Proporciona además ocasión al magnífico Yvan Attal (Philippe) para probarse en papeles del star-system, realiza un homenaje a Isak Dinesen con la añoranza de África que expresa su protagonista reivindicando ese poco conocido mundo de los sudafricanos blancos. La superación del daño irreparable que ejerce la violencia indiscriminada sin ejecutar venganza es, sin embargo, la piedra de toque del argumento.
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miércoles, 10 de abril de 2013
martes, 4 de septiembre de 2012
"Maybe you can fool these guys with the saint act that you got done, but do not ever speak to me again like we don´t know what really happened."
Working girl. (1988).
He aquí una película que se pretendía epocal y que se ha convertido en clásico. Ni siquiera los maquillajes delirantes, las hombreras superlativas, los cardados y planchados de pelo abusivos la envejecen. Mike Nichols quiso dedicarle un film a esa mujer trabajadora de extracción humilde que acudía todas las mañanas en el ferry de Staten Island a la Gran Manzana. A la que por origen, entorno o formación no iba a contar con más oportunidad que las que ella misma se crease con sus sueños y esfuerzo. Y pese a que es penoso ver en la pantalla lo que tanto se observa en la realidad, la competitividad malsana y el machismo femenino, la pobre sororidad entre las mujeres en el entorno laboral hay que ser honestos y reconocer que hizo un retrato fiable de los retos a los que una mujer así se plantea. Cómo su legítima ambición de realización personal, la de Tess McGill (Melanie Griffith, nunca más maravillosa) le obliga a rediseñar su mundo, repensar su noviazgo con Mick Dugan (Alec Baldwin) y tomarse ciertas libertades para romper ciertos techos de cristal. La mujer que se cruza en su camino, Katherine Parker (Sigourney Weaver), nunca más tan femenina), le proporciona sin querer, al hacerle la zancadilla, las armas y el poder para perseguir sus metas. E incluso el puente hacia Jack Trainer (Harrison Ford), el tipo de hombre capaz de tratarla de igual a igual. La película se enriquece con los abusones masculinos (Oliver Platt, Kevin Spacey) y con la amiga fiel (la hilarante Joan Cusack). El mensaje es claro, trabajen mujeres por aquello que creen, no se olviden de ser tan maravillosas como son y de disfrutar de su cuerpo ni descarten de su vida aquellos hombres que puedan ayudarlas y quererlas bien. Y traten bien a sus compañeras de trabajo, no tomen de la experiencia masculina nada más que lo mejor. Todo eso servido por la canción de Carly Simon y la efigie de La estatua de la Libertad hizo de esta película un título inspirador para todas.
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