martes, 4 de septiembre de 2012

"Maybe you can fool these guys with the saint act that you got done, but do not ever speak to me again like we don´t know what really happened."


Working girl. (1988).

He aquí una película que se pretendía epocal y que se ha convertido en clásico. Ni siquiera los maquillajes delirantes, las hombreras superlativas, los cardados y planchados de pelo abusivos la envejecen. Mike Nichols quiso dedicarle un film a esa mujer trabajadora de extracción humilde que acudía todas las mañanas en el ferry de Staten Island a la Gran Manzana. A la que por origen, entorno o formación no iba a contar con más oportunidad que las que ella misma se crease con sus sueños y esfuerzo. Y pese a que es penoso ver en la pantalla lo que tanto se observa en la realidad, la competitividad malsana y el machismo femenino, la pobre sororidad entre las mujeres en el entorno laboral hay que ser honestos y reconocer que hizo un retrato fiable de los retos a los que una mujer así se plantea. Cómo su legítima ambición de realización personal, la de Tess McGill (Melanie Griffith, nunca más maravillosa) le obliga a rediseñar su mundo, repensar su noviazgo con Mick Dugan (Alec Baldwin) y tomarse ciertas libertades para romper ciertos techos de cristal. La mujer que se cruza en su camino, Katherine Parker (Sigourney Weaver), nunca más tan femenina), le proporciona sin querer, al hacerle la zancadilla, las armas y el poder para perseguir sus metas. E incluso el puente hacia Jack Trainer (Harrison Ford), el tipo de hombre capaz de tratarla de igual a igual. La película se enriquece con los abusones masculinos (Oliver Platt, Kevin Spacey) y con la amiga fiel (la hilarante Joan Cusack). El mensaje es claro, trabajen mujeres por aquello que creen, no se olviden de ser tan maravillosas como son y de disfrutar de su cuerpo ni descarten de su vida aquellos hombres que puedan ayudarlas y quererlas bien. Y traten bien a sus compañeras de trabajo, no tomen de la experiencia masculina nada más que lo mejor. Todo eso servido por la canción de Carly Simon y la efigie de La estatua de la Libertad hizo de esta película un título inspirador para todas.

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