martes, 4 de junio de 2013

That´s depressing and it´s expensive, two words i hate. You know the words i like?
I like the word "peppy" and the word "cheap". Peppy and cheap.






Soapdish (1991)
Michael Hoffman describió con guión de Robert Harling y Andrew Bergman un pedazo de la realidad del mundo televisivo que uno de los productores, Aaron Spelling, conocía bien. No será la última vez que se acerque a una trayectoria profesional femenina estresante que tiene que lidiar con el equilibrio en el ámbito personal, sino recuérdense los apuros de Michelle Pfeiffer en One fine day (1996). Tampoco será la última vez que trabaje con el magnífico Kevin Kline, con quien repetirá con mejor o peor fortuna en A midsummer night´s dream (1999) y en The emperor´s club (2002). En este caso Kevin Kline encarna a un actor relegado a un escenario de un restaurante de jubilados en Florida, Jeffrey Anderson, que se consuela pensando que salva algo de su dignidad interpretando La muerte de un viajante de Arthur Miller aunque sea entre toses y convulsiones comatosas. La responsable de su ostracismo de veinte años es la reina del principal culebrón The sun also sets, la novia de américa (american sweethearth) ahora en la cuarentena Celeste Thalbert (Sally Field). La detestan por orden de intensidad sus compañeras de reparto Montana Morehead (Catherine Moriarty) y Ariel Maloney (Teri Hatcher, bastante antes de ser la novia televisiva de Superman). Y luego un jovencísimo Robert Downey Jr. en papel de yupie de la producción David Seton Barnes con la voluntad abducida por sus lúbricas inclinaciones hacia Montana. Las únicas aliadas con las que cuenta en inicio Celeste son su guionista Rose Schwartz (Whoopie Goldberg) y su sobrina Angélique (Elisabeth Sue, en los años que hacía de novia de Michael J. Fox en las dos últimas entregas de Back to the future). Montana y David tienen la firme intención de manipular el guión en descrédito de Celeste y resucitar en la serie a Jeffrey Anderson para terminar de desestabilizar su actuación y conseguir su retiro y el ascenso de Montana. A pesar de los aberrantes argumentos que se pueda manejar en este tipo de producto televisivo, la realidad, como se evidencia en el momento culmen de la cinta que justifica su retitulación española de Escándalo en el plató, prueba ser aún más escabrosa. Las revelaciones demuestran que el star system no tiene ninguna tolerancia ante los perfiles personales que no se ajusten al personaje fabricado por la industria para sus actores. Y que la fama implica una servidumbre importante y no pequeños sacrificios a la felicidad. Pero puesto que esto es una comedia aparte de mucho brillo barato en el vestuario siempre se puede contar con un giro en la trama que asegure un final sino muy creíble sí fiel al espíritu de atar cabos y poner un punto final sobre cada trama individual que caracteriza al género del culebrón televisivo. La elección de Sally Field no es casual porque sus comienzos fueron en televisión donde acumuló una larga experiencia como actriz hasta su primera película en 1977. Y no tuvo inconveniente en volver a ella en los años noventa incluso con un óscar bajo el brazo.






jueves, 23 de mayo de 2013

It takes a rare thing, a turning point,
to free oneself on any obsession.
Be it prejudice or hate...or even love.





Snow falling on cedars (1999)

Esta película emprende una revisión a esos sótanos poco aireados, fríos e incluso pútridos del alma de algunas personas. No hay nada que pueda agravar más la pena que una pérdida produce que la incapacidad para asumirla como tal, para dejarla ir y seguir viviendo por encima de ella. El argumento de esta película parte de la primera novela de David Guterson que fue además de un éxito de ventas premio PEN /Faulkner. Ha sido calificada de thriller de misterio porque el punto de partida es la sospechosa muerte del pescador americano Carl Heine (Eric Thal) y el acusado su amigo de la infancia Kazuo Miyamoto (Rick Yune) y el tiempo de la acción se corresponde con el desarrollo del juicio y su conclusión.La calificación de drama es muy ajustada para esta película del australiano Scott Hicks porque la atmósfera dramática no deja un momento de respiro y a ello contribuye en buena medida la música debida a James Newton Howard con sus violines lacerantes.Unida a la azulada fotografía uno cree estar en El Piano de Jane Campion. La trama romántica también guarda cierta similitud.La acción transcurre en 1954 con algunos flashbacks a la infancia y adolescencia de sus dos protagonistas.
Ishmael (Reeve Carney)y Hatsue(Anne Suzuki)crecen en San Piedro Island, un emplazamiento ficticio que ha sido situado rodado en Bainbridge Island, en la región de Puget Sound en la costa de Washington. Un enclave del Pacífico habitado por estadounidenses y japoneses. Ishmael y Hatsue tienen poco más que un escondite en el interior de un viejo cedro y un montón de incertidumbres.La convivencia se ve rota por la emergencia de la segunda guerra mundial y los vecinos japoneses son desplazados a un campo de concentración.
Al comienzo del film la báscula de los agravios parece pesar del lado japonés. Un hombre japonés ha asesinado presuntamente a un norteamericano. Su mujer Hatsue (Yûki Kudô) reacciona insensible antes los acercamientos de otro americano al que rechazó en el pasado, Ishmael Chambers (Ethan Hawke), que ha tomado el testigo de su padre Arthur (Sam Sheppard) en el periódico local. El abogado de la acusación Alvin Hooks (James Rebhorn), la mujer de la víctima Susan Marie (Anja Bareikis), su madre Etta (Celia Weston)y hasta la debilidad del abogado de la defensa Nels Gudmundsson (Max Von Sydow) parecen augurar del juez Fielding (James Cromwell)una pronta sentencia condenatoria.El desarrollo de la acción desvela las tramas ocultas, los prejuicios y rencores de toda la comunidad y lleva a la propia comunidad y a sus protagonistas de vuelta hacia sus episodios más dolorosos.
No hay camino fácil hacia el perdón y mucho menos hacia el olvido. Y no comporta pequeños sacrificios al egoísmo perseguir la coincidencia entre lo justo y la justicia. Aún así queda un margen de acción a la bondad de los hombres para corregir los destrozos de los accidentes que gobiernan el universo.



martes, 21 de mayo de 2013

Not so easy, is it? Might even be the toughest job in the entire world.
Bends your back, drives you nuts and it makes your boobs droop.
So, don´t be ashamed about asking for help.



Mr. Mom (1983)

La historia del cine vindicará en algún momento cercano como se merece la década de los ochenta, porque dejó títulos memorables como éste que supieron hablar con una razonable cantidad de verosimilitud de aspectos de la vida del común de los mortales, con la justa carga de drama y de comedia e incluso con desarrollos imaginativos hilarantes. Como reza el título impostado en España "Las locas peripecias del un señor mamá" el argumento principal gira en torno a un forzado cambio de roles familiares. Jack Butler (Michael Keaton) es un ingeniero automovilístico cesado fulminantemente durante unos trying economic times de la planta en Detroit para la que trabajaba. Su mujer Caroline (Teri Garr), licenciada con experiencia en publicidad al cargo de los tres hijos del matrimonio, es la primera de la familia en encontrar empleo. Y este demuestra ser muy absorbente, tanto por las propias exigencias del empleo como por la disponibilidad exigida por el empleador, Ron Richardson (Martin Mull). Así pues Kenny, Alex y Megan (Taliesin Jaffe, Frederick Koehler, Courtney y Britanny White) quedan completamente a su cargo. Y Jack se ve manoteando en un oceano de técnicos de mantenimiento del hogar y desconocidas reglas de colegio y supermercado. Tras el caos más desastroso inicial que roza el género de terror Jack cae en una asimilación del rol de ama de casa frustrada y depresiva, aliviada por culebrones televisivos y una especie de pandilla de guerra entre la que figuran la cotilla Anette (Miriam Flynn) y la explosiva destrozahogares Joan (Ann Jillian). La dirección de Stan Dragoti, que dos años después haría llorar de risa al público con El Hombre del zapato rojo protagonizada por Tom Hanks, es muy solvente. Pero sobre todo hay que agradecer el guión firmado por John Wilden Hughes Jr. que evoluciona en un crescendo imparable de situaciones bizarras y desternillantes. Keaton encuentra ocasión de desplegar todo su abundante arsenal trágico-cómico y de exponer con crudeza el desafío intenso que puede representar la vida familiar en un mundo de carreras proresionales cada vez más demandantes. Muchos padres con hijos pequeños podrán reconocerse en ella, echarse de paso unas cuantas risas catárquicas y llegar exhaustos a la única conclusión posible: no hay fórmulas mágicas en esa lucha diaria. Y que no decaiga...

domingo, 19 de mayo de 2013

- It will begin soon enough...the wondering [..]Is he well? Is he in love? Is she beautiful?
- He is in love, she is beautiful.Oh, i´ll never leave you!



 Stazione Termini (1953)
Vittorio de Sica aceptó el encargo de David O´Selznick para proporcionar lucimiento dentro del neorrealismo italiano a su esposa Jennifer Jones y otro actor del star system, Montgomery Clift, con un argumento de Cezare Zavattini en el que parece que metió mano en los diálogos Truman Capote. Para una voluntad de crudeza y un proyecto que no había de pertenecer del todo a ninguno de los dos bandos una estación fascista pareció el lugar adecuado por el que hacer circular sin adornos a todas las capas de la sociedad italiana que acompañan el tormento de los dos protagonistas. El motivo no puede ser más simple: cómo una ama de casa de Philadelphia, Mary Forbes (Jones) liquida su aventura con un profesor universitario italiano de madre americana Giovanni Doria (Clift). Y aunque la debilidad del personaje femenino le había impedido despedirse en persona y culminar el envío de una nota explicatoria se ve impelido a proporcionar un adiós digno de tal nombre en el tiempo que dura su espera del tren a París, justo la hora y media que dura el film de Sica cumpliéndose así una rigurosa unidad de tiempo en la acción. Ese adiós es estorbado por el sobrino de Mary, Paul Beymer (Richard Beymer), que forma parte de esa familia romana a la que ha estado supuestamente visitando un largo mes. Pero sobre todo sirve para que la protagonista calibre las consecuencias de su romance con Giovanni, no sólo desde el punto de vista egoísta de la inacabable pena que le quedará por haber sacrificado a sus deberes de esposa y madre su felicidad sentimental personal sino también en un punto contrario al mito del italiano seductor de quita y pon. Ese italiano que no tiene por qué corresponderse con el amattore profesional ávido de turistas extranjeras a las que entretener y con las que aprovecharse sino que puede ser una persona honorable con una vida ordenada que ofrezca con toda seriedad cuanto posee pues estima que es lo que debe hacerse cuando uno ha encontrado a quien amar. O´Selznick no quedó muy contento de las implicaciones morales que se derivaban de la realización italiana y corte aquí, corte allá, fabricó otra versión de una hora de duración con el título de Indiscretion of an american wife que se estrenó en Estados Unidos con dos canciones que le servían de preámbulo y completaban la duración exigida por la distribuidora. De título parecido es el remake Indiscretion of An American Housewife de 1998. En toda la tormenta emocional a la que se asiste en el film de Sica, que en sus primeros planos obsesivos de besos, con el flu, pómulo contra pómulo y en la exhibición cruda y retorcida del sufrimiento emocional roza lo pornográfico interviene una especie de juez salomónico en la persona del comisario de policía de la estación (Gino Cervi). En medio de toda la debilidad y vulnerabilidad de los dos amantes sorprendidos en un vagón alguien tiene que traer de vuelta el orden de las cosas. Y ahí parece que Vittorio de Sica o Zavattini quieren hacer un alegato en favor de su sociedad y de sus valores: ellos pueden ser una sociedad machista donde el único apellido que cuenta es el paterno, donde a una mujer se la carga de hijos y se la trae embarazada tres noches sin dormir desde las minas inglesas de vuelta a Italia pero cuando se trata de aplicar el peso de la ley se pondera las consecuencias que puede tener para una esposa y madre norteamericana ser denunciada en Italia, las consecuencias para la familia, que es por encima de romances pasajeros la prioridad. Una sociedad que puede admitir el error de una mujer casada siempre y cuando ésta acepte poner enmienda a ese error. Incluso a costa del sufrimiento y pérdida del único que estaba poniendo todas las fichas sobre la mesa. El amor solo se hizo para los valientes y Mary Forbes, desde luego, no se cuenta entre ellos. Se llega así al término que promete el título. Probablemente la pervivencia de este film no resida sólo en ser el canto del cisne de un amor y de la vida de O´Selznick sino en plantear una disyuntiva desasosegante que no deja al espectador espacio para el descanso en todo su metraje.



sábado, 18 de mayo de 2013

When my 60 seconds came around i realized i had 
everything i ever wanted... but nothing i really needed. 


 

Leap Year (2010)
Deborah Kaplan y Harry Elfont se inspiraron en las tradiciones y leyendas de la madre patria que para los anglosajones de Estados Unidos, si hemos de juzgar por lo que nos devuelve su cine, se reduce a Irlanda.
De allí tomaro la excusa principal de este film dirigido por Anan Tucker que ha sido etiquetado como comedia romántica pero que a juzgar por las peripecias que hace vivir a su arrojada protagonista Ana Brady (Amy Adams) bien podría calificarse de cine de aventuras. Desde los títulos de crédito se nos describe a esta mujer bostoniana como alguien competitivo, perfeccionista, seguro de sí mismo y capaz de cualquier proeza subida a sus indefectibles tacones de 600 euros y 10 centímetros de altura. Anna es home stager, una de esas nuevas profesiones derivadas del desarrollo del capitalismo: ella realiza recreaciones mediante decoración interior y mobiliario real, de muestrario, para que los agentes inmobiliarios consigan convencer a sus clientes de las potencialidades de un domicilio en venta. Y es re realmente eficiente en ello. Sabe lo que quiere y dónde quiere vivir, en los exclusivos apartamentos Davenport, cuyo proceso de admisión sigue escrupulosamente con su novio Jeremy (Adam Scott). Pero hay una circunstancia que entorpece su completa felicidad, su novio el cardiólogo, cuya vestimenta dicho sea de paso hace dudar sobre su verdadera orientación, no termina de aportar la deseada petición de mano. Su decepcionante padre, Jack Brady (John Lithgow) le cuenta la historia familiar de sus abuelos donde al parecer su abuela debió echar mano de la tradición irlandesa que permite a las novias declararse un 29 de febrero (por tanto, cada año bisiesto, de ahí leap year). Aprovechando la circunstancia de que su importante novio se encuentra de congreso en Dublin decide seguirle para tomar, como norteamericana que es, una tradición foránea más al pie de la letra que los propios del lugar.
Una tormenta se cruza en el camino y tras varios aeropuertos consigue un barco que no alcanza sino a dejarla en el remoto pueblo de Dingle (cuyos acantilados fueron grabados en las Islas de Arán). Allí tiene su taberna y pensión Declan O´Callagham (Matthew Goode) siempre escoltado de los tres borrachines del pueblo: Seamus (Noel O´Donovan), Donald (Pat Laffan, el infausto George Burgess en The Snapper) y Joe (Alan Devlin). Anna enrola a Declan en su gesta por alcanzar por carreteras irlandesas la capital y así reunirse con el que cree hombre de su vida. Por el camino las peripecias de todo tipo (accidentes, vacas, robos, trenes perdidos, banquetes de boda) van facilitando el conocimiento de estas dos personalidades aparentemente opuestas reunidas por el azar. Hay tiempo para otra leyenda irlandesa, narrada por Declan en lo que vendría ser un pastiche cinematográfico de la Roca de Dunamase y Ballycastle. Es verdad que se abusa de escenas tópicas como los besos en silueta (a la luz de la luna, al atardecer) y que se revisa con bastante transparencia clásicos como It happened one night (1934) o The quiet man (1952) pero no creo que toda pretensión de dotar de cierta magia o romanticismo a la elección de pareja deba ser condenada de reaccionaria o sexista. No lo sería si fuera el hombre quien emprendiera una gesta semejante en busca de la mujer que considera la elegida. Se trata de un ejercicio extremo de la voluntad de elección y en ese llevar las cosas al extremo hay suficiente terreno para el caos y la comedia como ya había demostrado Marisa Tomei en Only you (1994). Y también hay opción como le sucede a Amanda Seyfreid en otra película estrenada en el mismo año que ésta Letters to Juliet (2010) para reconsiderar las propias opciones personales y lograr con ello un margen de libertad mayor. Puesto que solo un gran viaje conduce a un gran amor y ese viaje es siempre de descubrimiento.


sábado, 27 de abril de 2013

Time has gather us together, and Time is stronger than a rope.


  
 Rancho Notorius (1952)

El western no se hizo para las mujeres. El Oeste americano, tal y como lo hemos conocido por el cine clásico norteamericano, era un territorio hostil donde su supervivencia era muy precaria y su papel en él se circunscribía a los interiores de una modesta casa de colonos o un saloon. En él normalmente eran agredidas o raptadas como moneda de cambio, o incluso violadas. Hay dos films en los cincuenta que contrarrestan un poco esto con personajes masculinos realmente protagonistas y dotados de fuerza. Uno es Johnny Guitar (1954) de Nicholas Ray el otro es Rancho Notorius, traducido aquí como Encubridora (1952) de Fritz Lang. Lang está considerado uno de los precursores del film noir con M. el vampiro de Dusseldorf (1931) y esto conviene tenerlo presente al contemplar la descripción del tormento psicológico que arrostra el protagonista, Vern Haskell (Arthur Kennedy) después de que su novia Beth Forbes (Gloria Henry) sea asesinada y forzada por un ladrón. Las manos crispadas, la cualidad actoral de las sombras y el empleo de la iluminación son herencias expresionistas. El empleo de diversas canciones como "Legend of Chuck A Luck", Gipsy Davy" y "Get Away Young Man" de Ken Darby interpretadas por William Lee tiene cualidades de un contenido melodrama. La primera, en especial, planea como un romance de trovador recordándonos que esta es una historia de Odio, Muerte y Venganza. Y el orden no es casual porque aunque lo primero que se produce es una muerte, es el Odio el motor de la trama y en el camino hacia la Venganza se siembra muerte en abundancia. Pero es también la historia de una investigación llevada a cabo por un vaquero en el sentido más rural del término (pastor de ganado vacuno) que al comienzo no sabe ni empuñar un arma pero que llevado de ese odio evoluciona hasta convertirse en un pistolero implacable. Aprende de uno de los mejores, Frenchy Fairmont (Mel Ferrer) a cuyo encuentro acude en la celda de una cárcel para lograr llegar al escondite de Altar Keane (Marlene Dietrich), la mujer protagonista que parece tener la clave del paradero del asesino de su novia, el cobarde Kinch (Lloyd Gough). Y esa investigación es también el retrato de la vida errante con su ascensión social, brillo y posterior retiro de un artista de vodevil, una cotizada cantante de saloons que un buen día decide erigir el Rancho Notorius cercano a la frontera mejicana que ofrece refugio a su pareja Frenchy y a los fuera de la ley como él a cambio de un 10% de comisión sobre sus ganancias ilícitas. El sobrenombre del rancho es Chuck -A-Luck porque fue una rueda de la fortuna lo que unió a Frenchy y Altar. Altar aprende que construir la propia felicidad sobre la ruina de la de otros nunca ha sido buen negocio. Y Frenchy que desconfiar del afecto y lealtad de los más próximos no es la más sabia de las actitudes. En cuanto a la enseñanza que le deja ese paso al lado oscuro y salvaje al vaquero Vern tal vez esté contenida en la escena final, esta vez sí, muy propia del género y al mismo tiempo muy iconoclasta.

lunes, 15 de abril de 2013

Her smile portended nothing.
Her innocence was the first part of her soul to die.



 The Raven (2012)
James McTeigue sumó en 2012 un título más a la extensa filmografía inspirada en la vida y obra de Edgard Allan Poe (John Cusack). Situó la acción en sus últimos días de vida en Baltimore y convirtió a estos en una frenética lucha contrarreloj por salvar la vida una novia ficcional, Emily Hamilton (Alice Eve). Para ello deberá relatar en The Patriot crímenes que siguen el patrón de El misterio de Marie Roget, El Pozo y el Péndulo, Los hechos del caso Valdemar, El barril del amontillado y El corazón delator. En los trabajos detectivescos acompañará al policía cientítico Fields (Luke Evans), tendrá que solicitar ayuda del progenitor de Emily, muy contrario a su relación (Brendan Gleeson), dará varias alegrías más a su editor Maddux (Kevin McNully) y por supuesto al inspirador de todo, su fanático lector reconvertido en asesino en serie (Sam Hazeldine) cuyas pupilas dilatadas y frío iris aumentan el terror que va sembrando. Aunque emplea algunos procedimientos de otros biopics, las libertades que se toma en la reconstrucción histórica, sumaria, abundando en planos cortos y escenas nocturnas para evitar escenografías, permite al director realizar un film cuya narración es fiel al espíritu de los relatos de Poe a partir del collage de ideas contenidas en varios de ellos. Para Cusack ha sido la ocasión de vindicarse como actor dramático, dejando de lado todos los modismos que le son característicos para trasmutarse en esa otra persona que era Poe y planear en un último vuelo muy bajo, rasante, como el cuervo al que dedicó el poema que le habría de granjear su escasa celebridad en vida. En medio de todo ese festival forense de sangre y vísceras aún encontró el director tiempo para inventarse una historia de amor, tal vez la que Poe debió vivir, después de la muerte por tuberculosis de su esposa. Un amor capaz de redimir al más perdido de los seres, un amor que partía de la admiración más pura, justo el reverso de la admiración más oscura que está detrás de todos los crímenes de esta magnífica película.
 

domingo, 14 de abril de 2013

I´m whatever else is around, 
so i´m free to just exist.


I heart Huckabees (2004)

Hay relatos que tratan de lidiar con lo que en otro tiempo se llamó el pensamiento existencialista sobre la propia vida. Y describir la confusión, desazón y desconcierto que asalta a las personas idealistas en este mundo que les ha tocado vivir. Y tal vez David O. Russell, que antes de dedicarse a hacer cine se licenció en literatura inglesa y ciencias políticas, pensó que podía contribuir algo a ese relato de extrañamiento de sí. Y probablemente lo logró en la medida que este film es desconcertante. Uno no sabe si está ante una gigantesca y pedante tontería, un intento muy light de hacer comedia del absurdo, le asaltan preguntas sin respuesta como ¿qué hizo que Isabelle Huppert, Lily Tomlin y Dustin Hoffman decidieran encarnar a los detectives existencialistas Caterine Vauban, Bernard y Vivian respectivamente? Porque uno puede entender la presencia de Jason Schwartzman en el papel de activista verde Albert Markovski que entra en un proceso de desmantelamiento de su identidad para averigurar la razón de una triple coincidencia con un chico negro adoptado. Después de todo Schwartzman es inevitable en cualquier producto indie freak pseudo-intelectualoide. Y  Jude Law está en papel de guapo encantador, Brad Stand, algo tampoco tan extraño en su filmografía. Naomi Watts como la modelo Dawn Campbell y Mark Walhberg como el bombero Tommy Corn o Marisa Tomei como la descontenta mujer de Tommy tampoco son elecciones de casting inauditas. Y rescatar a Tippi Hedren como la heredera del terreno pantanoso donado a la comunidad que la expansión de la cadena de supermercados Huckabees amenaza no deja de ser entrañable. Pero qué hacen todos ellos en este enredo pasado por prozac que ni es trágico ni cómico de veras, que no es más que una parodia insulsa, es lo que cabe preguntarse. A nivel personal la moraleja camina hacia el siguiente esquema, lleve las cosas hasta el límite de la resistencia nerviosa y dos antagonistas Albert Markovski y Brad Stand se descubrirán a sí mismo en el otro y se uniran terminando con toda la agresividad y beligerancia que les separaba.

viernes, 12 de abril de 2013

- Your ignorance is understandable since you lack of history.
- The propriety commands me to ignorance.
- Condemns you to it. And your writing to the state of a female accomplishment.



Becoming Jane (2007)
Este biopic dirigido por Julian Jarrold ahonda en la juventud de Jane Austen, en ese amor juvenil que sintió por el futuro juez y político irlandés Thomas Langlois Leffroy (un inspiradísimo James McAvoy). La joven Jane (Anne Hathaway) es hija del vicario de una parroquia de Hampshire (James Cromwell) y su realista madre (Julie Walters) le explica muy claramente que no hay dinero con el que dotarla para un matrimonio ventajoso y la única posibilidad de inserción social y de escapar a la miseria es aceptar la proposición más ventajosa que se le presente. Su hermana Cassandra (Anna Maxwell Martin )ya ha hecho una elección por amor comprometiéndose con un futuro párroco que emplaza su boda a la vuelta de una misión en Santo Domingo. A ella se le presenta la oportunidad de casarse con el heredero de la rica del lugar, Lady Gresham (Maggie Smith) y el joven Mr. Wisley (Lawrence Fox) tendrá ocasión de mostrar su sincero aprecio por su perseverancia. No todos sus pretendientes harán gala de esa nobleza. Pero el azar hace que el Juez Langlois (Ian Richardson) determine para su sobrino y heredero una cura a sus excesos londinenses vía estancia campestre atropellando de ese modo azaroso la tranquila vida de la aspirante a escritora que es aún Jane. Hay amores que están destinados a caminar a nuestro lado mucho tiempo y otros que son simplemente la abeja de la mayéutica socrática, nos abren horizontes, cambian nuestra forma de entender la vida para siempre y una vez cumplida su función en nuestra historia personal, desaparecen. Hay amores que frustran las personas más viles. O simplemente hay amores que no pueden ser, pues su cumplimiento entraña el dolor de demasiadas terceras personas como para que resulte una opción deseable. A Jane Austen no le gustaba construir su felicidad sobre la infelicidad de otros. Amaba a su familia demasiado como para causar un daño en otras familias. Y su familia, su hermano Henry (Joe Anderson) y su cuñada Eliza de Feuillide (Lucy Cohu) la sostienen en su camino de dolor. Conocía su posición y lo que esta representaba para el mundo social en el que se desenvolvía. Amó, sufrió y vivió en consecuencia. Esto es lo que viene a contar este biopic que se concede unas cuantas libertades para hacer la trama de una tensión dramática insoportable y asegurarse de que hasta el más despiadado acabe bañado en lágrimas. Es cierto que el acento de Hathaway es claramente mejorable, que suena a veces muy yankie, pero con ser mejor el de Keira Knightley no hace sus personajes de Austen más creíbles ni tampoco la química con sus parejas ochocentistas. Tramposo o no, el guión logra empatizar sobre la circunstancia vital de la escritora y  ése es el mayor logro de una biografía.

miércoles, 10 de abril de 2013

-  I feel dissapointment.
- That´s a lover´s word.

The Interpreter (2005)
A lo largo de ese film de Sidney Pollack averigüamos que la intérprete de la Onu, Silvia Broome,  a la que da vida Nicole Kidman no es una empleada neutral. Su pasado africano, del mismo origen (la República de Matobo) que el idioma Ku en el que escucha por azar el plan para liquidar a su presidente, su militancia armada en la disidencia de ese dignatario hace que fluctúe para la policía entre la condición de sospechosa y víctima. Los policías encargados de la seguridad de autoridades, Tobin Keller (Sean Penn) y Dot Woods (Catherine Keener) deberán lidiar además con una dificultad añadida que complica la ya de por sí tensa contrarreloj para resolver el complot antes del discurso del presidente africano. Y es que tanto Silvia como Tobin son dos personas en proceso de duelo, Silvia por su familia asesinada, Tobin por su mujer muerta en un accidente que bien pudiera encubrir también un asesinato. Dos personas en el límite de desmoronarse por la más desgarradora tristeza. El film se beneficia de un reparto solvente, de la fotografía diurna más bella que de Nueva York se haya hecho desde sus muelles más modernos, de todos los ángulos y efectos que caracterizan al cine de acción y de la química eficiente entre Penn y Kidman que tiñe de afecto su difícil coincidencia vital. Es además una de esas películas a sumar en una larga lista ya de cine que expresa la mala conciencia occidental y estadounidense respecto al tratamiento del continente africano. Una película que abunda en los traumas que causan las guerras, en los ideales que se traicionan en la política de las naciones en construcción. Y que por supuesto no decepciona respecto a la aparición en papel pequeño de su director. Proporciona además ocasión al magnífico Yvan Attal (Philippe) para probarse en papeles del star-system, realiza un homenaje a Isak Dinesen con la añoranza de África que expresa su protagonista reivindicando ese poco conocido mundo de los sudafricanos blancos. La superación del daño irreparable que ejerce la violencia indiscriminada sin ejecutar venganza es, sin embargo, la piedra de toque del argumento.