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martes, 4 de junio de 2013

That´s depressing and it´s expensive, two words i hate. You know the words i like?
I like the word "peppy" and the word "cheap". Peppy and cheap.






Soapdish (1991)
Michael Hoffman describió con guión de Robert Harling y Andrew Bergman un pedazo de la realidad del mundo televisivo que uno de los productores, Aaron Spelling, conocía bien. No será la última vez que se acerque a una trayectoria profesional femenina estresante que tiene que lidiar con el equilibrio en el ámbito personal, sino recuérdense los apuros de Michelle Pfeiffer en One fine day (1996). Tampoco será la última vez que trabaje con el magnífico Kevin Kline, con quien repetirá con mejor o peor fortuna en A midsummer night´s dream (1999) y en The emperor´s club (2002). En este caso Kevin Kline encarna a un actor relegado a un escenario de un restaurante de jubilados en Florida, Jeffrey Anderson, que se consuela pensando que salva algo de su dignidad interpretando La muerte de un viajante de Arthur Miller aunque sea entre toses y convulsiones comatosas. La responsable de su ostracismo de veinte años es la reina del principal culebrón The sun also sets, la novia de américa (american sweethearth) ahora en la cuarentena Celeste Thalbert (Sally Field). La detestan por orden de intensidad sus compañeras de reparto Montana Morehead (Catherine Moriarty) y Ariel Maloney (Teri Hatcher, bastante antes de ser la novia televisiva de Superman). Y luego un jovencísimo Robert Downey Jr. en papel de yupie de la producción David Seton Barnes con la voluntad abducida por sus lúbricas inclinaciones hacia Montana. Las únicas aliadas con las que cuenta en inicio Celeste son su guionista Rose Schwartz (Whoopie Goldberg) y su sobrina Angélique (Elisabeth Sue, en los años que hacía de novia de Michael J. Fox en las dos últimas entregas de Back to the future). Montana y David tienen la firme intención de manipular el guión en descrédito de Celeste y resucitar en la serie a Jeffrey Anderson para terminar de desestabilizar su actuación y conseguir su retiro y el ascenso de Montana. A pesar de los aberrantes argumentos que se pueda manejar en este tipo de producto televisivo, la realidad, como se evidencia en el momento culmen de la cinta que justifica su retitulación española de Escándalo en el plató, prueba ser aún más escabrosa. Las revelaciones demuestran que el star system no tiene ninguna tolerancia ante los perfiles personales que no se ajusten al personaje fabricado por la industria para sus actores. Y que la fama implica una servidumbre importante y no pequeños sacrificios a la felicidad. Pero puesto que esto es una comedia aparte de mucho brillo barato en el vestuario siempre se puede contar con un giro en la trama que asegure un final sino muy creíble sí fiel al espíritu de atar cabos y poner un punto final sobre cada trama individual que caracteriza al género del culebrón televisivo. La elección de Sally Field no es casual porque sus comienzos fueron en televisión donde acumuló una larga experiencia como actriz hasta su primera película en 1977. Y no tuvo inconveniente en volver a ella en los años noventa incluso con un óscar bajo el brazo.