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jueves, 23 de mayo de 2013

It takes a rare thing, a turning point,
to free oneself on any obsession.
Be it prejudice or hate...or even love.





Snow falling on cedars (1999)

Esta película emprende una revisión a esos sótanos poco aireados, fríos e incluso pútridos del alma de algunas personas. No hay nada que pueda agravar más la pena que una pérdida produce que la incapacidad para asumirla como tal, para dejarla ir y seguir viviendo por encima de ella. El argumento de esta película parte de la primera novela de David Guterson que fue además de un éxito de ventas premio PEN /Faulkner. Ha sido calificada de thriller de misterio porque el punto de partida es la sospechosa muerte del pescador americano Carl Heine (Eric Thal) y el acusado su amigo de la infancia Kazuo Miyamoto (Rick Yune) y el tiempo de la acción se corresponde con el desarrollo del juicio y su conclusión.La calificación de drama es muy ajustada para esta película del australiano Scott Hicks porque la atmósfera dramática no deja un momento de respiro y a ello contribuye en buena medida la música debida a James Newton Howard con sus violines lacerantes.Unida a la azulada fotografía uno cree estar en El Piano de Jane Campion. La trama romántica también guarda cierta similitud.La acción transcurre en 1954 con algunos flashbacks a la infancia y adolescencia de sus dos protagonistas.
Ishmael (Reeve Carney)y Hatsue(Anne Suzuki)crecen en San Piedro Island, un emplazamiento ficticio que ha sido situado rodado en Bainbridge Island, en la región de Puget Sound en la costa de Washington. Un enclave del Pacífico habitado por estadounidenses y japoneses. Ishmael y Hatsue tienen poco más que un escondite en el interior de un viejo cedro y un montón de incertidumbres.La convivencia se ve rota por la emergencia de la segunda guerra mundial y los vecinos japoneses son desplazados a un campo de concentración.
Al comienzo del film la báscula de los agravios parece pesar del lado japonés. Un hombre japonés ha asesinado presuntamente a un norteamericano. Su mujer Hatsue (Yûki Kudô) reacciona insensible antes los acercamientos de otro americano al que rechazó en el pasado, Ishmael Chambers (Ethan Hawke), que ha tomado el testigo de su padre Arthur (Sam Sheppard) en el periódico local. El abogado de la acusación Alvin Hooks (James Rebhorn), la mujer de la víctima Susan Marie (Anja Bareikis), su madre Etta (Celia Weston)y hasta la debilidad del abogado de la defensa Nels Gudmundsson (Max Von Sydow) parecen augurar del juez Fielding (James Cromwell)una pronta sentencia condenatoria.El desarrollo de la acción desvela las tramas ocultas, los prejuicios y rencores de toda la comunidad y lleva a la propia comunidad y a sus protagonistas de vuelta hacia sus episodios más dolorosos.
No hay camino fácil hacia el perdón y mucho menos hacia el olvido. Y no comporta pequeños sacrificios al egoísmo perseguir la coincidencia entre lo justo y la justicia. Aún así queda un margen de acción a la bondad de los hombres para corregir los destrozos de los accidentes que gobiernan el universo.



martes, 19 de marzo de 2013

Defiendo al ave que se revuelve para defender
su nido, por muy pobre que sea.


Pelle Erobreren (1988)

Bille August dirigió y escribió el guión de su quinta película, conocida internacionalmente como Pelle el conquistador,  donde contaba con producción danesa una época oscura de su propio país que aún a finales del siglo XIX recibía suecos para trabajar en condiciones de servidumbre en lugares como la granja Stone a la que van a parar Pelle (Pelle Hvenegaard) y su padre (Max von Sydow). Son varias las miserias humanas que estamos convocados a contemplar: la condición de sierva de Anna (Kristina Törnqvist) hace imposible su amor con Nils Koller (Lars Simonsen), la dueña de la granja debe sufrir la lascivia de su marido de conveniencia así como sus bastardos o las mujeres que ultraja, el padre de Pelle de la falta de respeto a la que le conduce su avanzada edad, viudez y pobreza y Erik (Björn Granath) de la falta de libertad y la tiranía del brutal capataz. Hay poco lugar para el sueño o la esperanza, el amor, la solidaridad, la compañía y la alegría son siempre breves pero aún así las dos horas largas de film atrapan en esa mezcla de belleza y horror. Es una película de miserables, de emigrantes pero también una bella historia sobre la paternidad, sobre la figura del padre. Incluso el más indefenso e imperfecto de los seres puede acompañar y aconsejar en lo que sepa para bien a su criatura el tiempo que ésta necesite para hacerse grande, fuerte, sabia y elegir su propio destino.

miércoles, 29 de agosto de 2012

"You want to wake up, to free yourself of
 the image of Europa, but it is not possible"


Europa. (1991).
Hubo un Lars von Trier antes de Dogma 95 y de Rompiendo las olas (1996). Lars creció entre cinéfilos filmando amigos en super-8 y tras graduarse con su ópera prima El elemento del crimen (1984) recibió un premio técnico en Cannes. Añadió el "von" a su apellido por admiración a Stroheim y a Sternberg. A Trier le gustaba y le gusta organizar sus ideas en trilogías y completó la trilogía dedicada a Europa con Epidemic (1988) y finalmente Europa (Zentropa, 1991). El raccord de la película viene señalado por una voz de narrador en off al modo de un apuntador de teatro pero con la autoridad de un hipnotizador reservada a actores como Max von Sydow. El comienzo homenajea el principio de Berlín, sinfonía de una ciudad de Walter Ruttman (1927). Y muchas de las opciones estilísticas que emplea como la sobreexposición, el collage y la proyección trasera que estaban en películas de vanguardia de los años veinte como Amanecer, Entr´acte. Les añade la combinación dramática del blanco y negro con elementos en color luego explotada por Pleasantville (1998). La película cuenta cómo un descendiente alemán, Leopol Kessler (Jean-Marc Barr) regresa a Alemania en 1945 tras crecer en Estados Unidos. Su tío (Udo Kier) le ha conseguido un trabajo como revisor de coche-cama. Un encuentro en su primer viaje con la hija del dueño de la compañía Zentropa (Ernst-Hugo Järegård), Katharina Hartmann (Barbara Sukowa) determina el resto de su suerte. Es un ingenuo aliado en la boca del lobo de los supervivientes nazis entre los que aún actúa un grupúsculo partisano, los Werewolf. Su existencia insignificante se torna estratégica. Empieza a navegar entre tiburones a ojos vendados llevado por su caridad, su buena disposición y el amor. Está en un mundo que ha sobrevivido a la guerra sacrificando sus principios morales, donde el orgullo nacional y el resentimiento priman sobre todo lo demás. Es inevitable recordar al Joseph Cotten de El tercer hombre. Cuando uno se aproxima a un campo de juego, sobre todo si es en calidad de visitante, ha de asegurarse de conocer las reglas o la ausencia de ellas antes siquiera de plantearse jugar. No será la primera vez que el director danés aborde el tema de la destrucción de la inocencia, de cómo este mundo arrasa a aquellas personas que concentran en sí demasiada bondad. El recorrido a través de esa noche larga de pesadilla en la Europa doliente alcanza un tipo de belleza que el cine añoraba.