jueves, 12 de septiembre de 2013

You have a freek flag. You just don´t fly it.


The family stone (2005)
 De haber sido libro no habría alcanzado el segundo visionado de esta película. Recuerdo que la impresión general que me causó es que era antipática. Que practicamente sólo había un personaje que se salvaba de la quema - y de paso reflota un poco el film- y era de Ben Stone (Luke Wilson) que vendría a ser el hermano filósofo, buenrollista y desastre del orgulloso clan de los Stone. Tras verla una segunda vez aparte de la soberbia que destila la jefa del clan Sybil (Diane Keaton) y la inoperancia de su marido Kelly (Craig T. Nelson) apabullado por la supuestamente arrolladora personalidad de su esposa uno entiende por lo que se cuenta que estamos ante una familia en crisis que soporta una tensión que llega al límite. Y la culpa no la tiene "la joya de la familia", que es como en España tirando de nuestro gracejo e idiosincrasia particular han optado los distribuidores por rebautizarla. Con esto hacen alusión (añádase aquí rotación de dedos índice y corazón) a la prometida del hijo mayor, Meredith Morton (Sarah Jessica Parker) ni al anillo de pedida, reliquia familiar que supuestamente la matriarca le debe pasar.
Everett, ese hijo perfecto, está encarnado por Dermot Mulroney, un cellista por lo visto estimable que ha tenido el buen gusto de estar casi dos décadas casado con Catherine Keener y probablemente sea un gran tipo pero que aquí demuestra ser un actor de palo de la calidad de los soportes de helados. Y que aunque hace un amago de defender a su prometida de los ataques de su agresiva y maleducada familia no deja de ser un intento algo débil e indeciso que ya nos va poniendo sobre la pista de su frío temperamento. Susannah (Elizabeth Reaser, más famosa por su pertenencia a la familia vampira de Crepúsculo y demás entregas) es la hermana madre y embarazada, la balsa de aceite que intenta poner un poco de paz y disfrutar nostálgica la Navidad lo que le dejan. Por supuesto hay un hermano homosexual que además es sordo, albricias, Thad (Tyrone Giordano) y que cómo no, va a adoptar un chico con su pareja Patrick (Brian White) con lo que se cubre de un plumazo con una buena parte de lo políticamente correcto en una familia guay de hoy en día. Y nos queda la "joyita" de la familia que es Amy (Rachel McAdams) la hermana solterona que se convierte en la viciosa perseguidora de su futura cuñada que encima tiene el detallazo de reunirla con el tipo que probablemente le conviene. En definitiva un producto de cine comercial, que permite no obstante reflexionar sobre cuánta intimidad y conocimiento comparten en realidad las familias, cuántos niveles de confianza se manejan dentro de ellas, lo difícil que es a veces ingresar en aquellas que aparentemente hacen más piña y cuán intransigente puede llegar a ser la gente que se considera más liberal. El film esconde una revelación que hace comprensible el clima de agresividad reinante que atragantaría el pavo a cualquiera. Y desde luego no tiene que ver con el futuro sentimental del insulso Everett. Y deja un enigma a resolver, la receta de un plato navideño en la familia Morton, la stratta, que Meredith prepara para la llegada de su hermana Julie (Claire Danes).


domingo, 8 de septiembre de 2013

I´ts all work of the ticking crocodile, isn´t it?
Time is chasing after all of us.

Finding Neverland (2004)

Este biopic sobre James Matthew Barrie (Johny Depp) enfoca su retrato desde la gestación de su obra más conocida y las experiencias reales que ayudaron a ello. En concreto su conocimiento de la familia Lleweland Davis integrada por la madre y viuda Silvia (Kate Winslet) y sus cuatro hijos Jack (Joe Prospero), George (Nick Roud), Michael (Luke Spill) y Peter (Freddie Highmore) con el apéndice de su abuela Emma du Maurier (Julie Christie). La nómina de personajes principales se completa con la esposa de James, Mary Ansell Barrie (Radha Mitchell), que asiste impotente al enfriamiento de su matrimonio y desplazamiento de afecto del marido hacia esa familia que se ha convertido en la musa de nueva obra dramática. Y otro contrapunto realista lo pone Charles Frohman (Dustin Hoffman), el empresario teatral que a pesar de sus reservas y escepticismos deja a Barrie espacio y tiempo suficiente para que desarrolle su creatividad. Muy en el fondo quedan las convenciones de la Inglaterra del momento sobre la sociabilidad tolerada entre un hombre casado y una viuda joven que la Sra. Du Maurier no tiene reparo en puntualizar. Hoy en día la psicosis paterna ante la creciente pederastia pondría otros reparos. En cualquier caso, el escritor y la familia doliente por la falta del padre compensan sus carencias y se embarcan sanamente hacia ese territorio de la fantasía que ninguna sociedad ni condicionamiento mundano podrán nunca arrebatar a niños y soñadores, ese País de Nunca Jamás que no es tanto el del síndrome de Peter Pan de aquellos que se niegan, tercos e inmaduros, a abandonar sino el de aquellos que aún sabiendo de lo efímero de la infancia y de la pronta caducidad de la existencia no se resisten a pasar por ella sin creer en las hadas, la magia, la belleza y la felicidad que sí es alcanzable. Por eso la película se polariza entre los personajes partidarios de la fantasía desde el comienzo (tres de los niños, Peter y Sylvia), aquellos a los que le gustaría creer en la fantasía pero les estorban las cuestiones mundanas (Charles, Mary Ansell Barrie) y aquellos que parecen más reacios por dolores antiguos o pragmatismo a dejarse llevar hasta los umbrales del reino de las hadas (Emma du Maurier y el pequeño Peter). La película encierra una defensa de la fantasía no como ingrediente de creación necesario sino como el instrumento más eficaz para fortalecer la psique ante los reveses vitales. Aunque las victorias, como enseña Guerra Mundial Z, también dirigida por Marc Forster, puedan parecer pírricas.

jueves, 5 de septiembre de 2013

I never get mad, never. The way I was raised, it was bad manners, 
Well, I got mad, and it felt great.




Fried green tomatoes (1991)
Esta película comienza con la visita a una tía anciana que no quiere saber nada de la mujer de su sobrino, Evelyn (Kathy Bates). El problema de esta espectador ideal de Oprah Winfrey es, aparte de la ansiedad oral que le conduce irremisiblemente al sobrepeso, a todas luces la falta de afecto y atención de su aburrido esposo Ed (Gailard Sartain) que responde al cliché espectador televisivo de deportes bis barrilete cervecero. En la sala de espera de la residencia conoce a Ninny Threadgoode (Jessica Tandy) que sin venir mucho a cuento comienza a seducirla con una historia de dos vidas en una localidad de Alabama, Whistle Stop, en los años treinta. Se teje así una amistad entre la pre-menopáusica Evelyn y la anciana sureña al mismo tiempo que se cuenta la historia de otra amistad femenina. Como es bien sabido las actrices que encarnaron a la marimacho Idgy Threadgoogde (Mary Stuart Masterson) y Ruth Jamison (Mary- Louise Parker) y la autora de la novela de partida, Fannie Flagg, eran partidarias del desarrollo del amor lésbico de las protagonistas en la pantalla. Pero el director Jon Avnet y los productores no lo tenían tan claro. Así ocurre, que aunque son los depositarios del dinero los que tienen la última palabra en esta película pasa un poco lo que en Casablanca, que la indecisión y divergencia con la que se creó queda reflejada en el resultado final y hay escenas de gran sensualidad que permiten una interpretación lésbica aunque finalmente la línea narrativa general subraye más la sororidad amistosa. Lo que sí queda claro es que las amigas de los años treinta forman un equipo eficaz capaz de sobrellevar el duelo por la muerte del hermano de Idgy, Buddy (Chris O´Donnell), luchar contra el machismo, el maltrato del marido de Ruth, Franck Bennet (Nick Searsy) e incluso con el racismo vigente en aquel momento en ese estado y el resto de la Unión. Frente a todo el mal que puede rodearlas crean un fuerte llamado Whistle Stop Café en el que ofrecen algo más que la receta de Tomates verdes fritos. Ofrendan a todos los necesitados, desempleados vagabundos y familias empobrecidas un punto de referencia de la verdadera caridad que finalmente es reconocida incluso por el reverendo Scroggins (Richard Riehle) y que cuenta en el ex-jugador de póker que ha acompañado la adolescencia de la niña salvaje Idgy reconvertido en sheriff Grady (Gary Basaraba) y el ángel de la guarda designado por la familia Big George (Stan Shaw) en versión masculina de la nanny de Scarlet O´Hara como referentes masculinos alternativos.
Al margen de cualquier polémica esta película proclama el irrenunciable derecho y necesidad de la mujer a la felicidad, cómo en su naturaleza esa búsqueda de bienestar consigo misma y con el mundo no se detiene jamás y que de ese proceso resulta muchas veces un bien disfrutable en comunidad.

domingo, 1 de septiembre de 2013

- Why do you photograph ugly things? (police enquirer)
- It doesn´t. (..) They´re are artistic. Expressive. My brother is an artist of considerable talent.
I´m british, and a housemaid. And we go home to have some tea.

Mrs. Rattcliffe revolution (2007)

Todos los individuos tienen que probar su resistencia al estrés que producen los constantes e inevitables cambios vitales. Pero cuando estos cambios los deciden otros la angustia es mayor y es preciso reduplicar esfuerzos para superar las situaciones a que conducen esos cambios. Dorothy Rattcliffe (Catherine Tate) es un ama de casa de clase media británica en los años setenta. Su padre combatió junto a los republicanos en la guerra civil. Su marido Ralph (Iain Glenn, ahora más célebre tras su papel en Juego de Tronos) es un hombre de altos ideales comunistas en el oeste de Yorkshire, Bingley, hasta que se le concede un puesto de profesor de literatura inglesa en Alemania del Este que colma su felicidad. En función de esa felicidad del progenitor la familia le sigue a ese destino laboral y vital. Algunos muy adeptos como su hija Mary (Jessica Barden) a quien la agente destinada a su adaptación Frau Unger (Heike Makatsh, de nuevo en papel de rompehogares como en Love actually...) no tarda en reclutar como espía. Y otros menos convencidos como Alex, la hija adolescente en plena revolución sexual (Brittany Ashworth). La posición de la protagonista y de su hermano Philip (Nigel Betts), anulado freudianamente por el padre y refugiado en sus fotografías y en su pequeña máquina de corbatas, es una posición de observación y acompañamiento de aquellos que ejercen la acción. Esa participación externa en los acontecimientos y un indudable pragmatismo y sentido común les mantiene siempre en el equilibrio y la sensatez.
La revolución de Mrs. Rattcliffe es la del suplente que calienta banquillo hasta que se da cuenta que el titular lleva al equipo a la derrota y es preciso tomar su lugar y reconducir el curso de las cosas por el bien de todos, sin ánimo de colocarse ninguna medalla ni de ostentar mérito o notoriedad. Es la de aquellos que piensan en el bien común para los de casa y para los de fuera. Por una idea de justicia tan antigua como el mundo. Esta comedia agridulce, que si bien tiene golpes de humor está falta de gracia y ritmo para sobrellevar la amenaza que se cierne sobre los inocentes, transita una buena cantidad de lugares comunes sobre el otro lado del telón de acero. Tal vez su mayor virtud sea ese homenaje a la flema inglesa, ese recordatorio de que en situaciones apuradas la mejor opción puede ser detenerse un segundo a razonar cuál es la medida más inteligente disponible y tomarla sin perder la calma evitándose el escándalo, la desesperación y otras inútiles pérdidas de energía.

domingo, 9 de junio de 2013

 If i were the cream for that woman´s coffee, i´d curdle.
That is the kind of woman that makes civilizations topple!




Ball of fire (1941)
 
Esta comedia, con guión de Billy Wilder y Charles Brackett sobre una historia del propio Wilder y Thomas Monroe, parte de premisas familiares. La primera de ellas es un cuento clásico, Blancanieves y los siete enanitos. En este caso los siete enanitos son profesores de distintas especialidades que elaboran una enciclopedia. El Profesor Gurkakoff (Oskar Homolka) que parece entender tanto de matemáticas como de psicología freudiana. Luego el Profesor Jerome (Henry Travers), el historiador Prof. Magenbruch (S. Z. Sakall), el profesor Robinson (Tully Marshall), el Prof. Oddly (Richard Haydn), el Prof. Quintana (Leonid Quinskey) y el entrañable botánico Prof. Peagram (Aubrey Mather) cuyas explicaciones sobre la anémona nemorosa y su breve matrimonio eran el único capital de experiencia femenina con el que contaba ese grupo de solterones. Al frente de la organización del trabajo está el más joven, el lingüista Prof. Bertrand Potts (Gary Cooper). Una conversación casual con el basurero (Allen Jenkins) le revela que su artículo sobre el slang está desfasado y que hay mucha terminología viva que debe recoger mediante estudio de campo. Luego abandona la torre de marfil para mezclarse en toda clase de ambientes urbanos donde va repartiendo su tarjeta y reclutando a varios individuos susceptibles de ayudarle en su investigación. Es así como conoce en un cabaret a SugarPuss O´ Shea que además de deleitar con su Drum Boogie y sus bailes a la clientela posee un abundante caudal de argot callejero. Ella le despacha sin contemplaciones pero al verse en situación comprometida por los manejos mafiosos de su novio Joe Lilac (Dana Andrews) se mete en la fundación Totten que patrocina la hija del inventor del tostador eléctrico Miss Totten (Mary Field), del mismo modo que Whoopie Goldberg se esconderá en el convento en Sister Act en 1992. Y allí llegamos a otro lugar familiar, el encuentro entre el hombre erudito y la mujer mundana. Y ésta, en vez de desanirmarle al ritmo del You´re not that Kind de Will Hudson & Irving Mills, ejerce primero una actualización de sus ritmos vitales (y de paso del compás del resto de enciclopedistas), tiene luego una suerte de revelación sobre su propia decencia y lugar moral para finalmente sucumbir ante la fuerza y pureza del amor del catedrático. No hay aquí historia de Pigmalión, si acaso a la inversa porque es el profesor el que vuelve a la vida. La mentira inocente que le ayudó a ella a mantenerse a cubierto de la policía entre los sabios y que casi descubre el ama de llaves de diálogos de una causticidad inmejorable, Miss Bragg (Kathleen Howard), se vuelve en su contra. Desde la visión del mundo de hoy, de impostura tan extendida donde se predica constantemente la inocuidad de la falsedad, esta demostración tan clara del daño que puede reportar es refrescante. Como también lo es la actuación de la Stanwyck, una de las actrices con más carácter de su tiempo.  Tal vez no la más hermosa ni la más delicada pero sí dotada de gracia para hablar, cantar, bailar, de una inteligencia sobresaliente y también de un sentido del humor que sus frecuentes papeles en cine negro no le permitían desarrollar.


- Maybe we could just skulk around here for a bit and then go back down.
- That´s a thought. I don´t usually skulk but i suppose i could skulk if skulking 
were required. Do you skulk regularly?
- No, no, I don´t normally think of myself as a skulker but...

 








 Four weddings and a funeral (1994)

Esta película dirigida por Mike Newell con guión de Richard Curtis contiene muchos rasgos que han tenido continuidad desde la década de los 90 hasta hoy. Es una producción significativa de Working Title. Explota todos los clichés del británico sin avergonzarse de ello, echa mano de los humoristas de la casa, el caso de Mr. Bean, Rowan Atkinson (Father Gerald), de sus aristocráticos cómicos, como Hugh Grant (Charles) o Kristin Scott Thomas (Fiona) y de un préstamo o guiño de complicidad con los americanos en la figura de la glamourosa Carrie (Andie McDowell). El film coloca a la soltería impenitente bajo el foco protagonista en tensión con esa sociedad que cada fin de semana parece tener una boda que celebrar, y lo hace a través de ese grupo de amigos, último bastión de resistencia a la normatividad generacional. El grupo lo completa la hermana de Charles, Scarlett (Charlotte Coleman, escapada de un videoclip de Fairground Attraction), el hermano sordo de Charles, David (David Bower), el hermano de Fiona, Tom (James Fleet) y la pareja conformada por Gareth (Simon Callow) y Matthew (John Hannah). La película los presenta a todos como unos asistentes profesionales de bodas, las carreras antes de la ceremonia de Charles y Scarlett y sus transformaciones en frente del templo son gags repetidos y celebrados, los bailes contorsionistas del histriónico Gareth, las meteduras de pata de Tom y también de Charles (véase anillos de la primera boda), la promiscuidad e indiscrección de este último que le lleva al infierno de la mesa de las ex-novias, el anciano compañero de mesa sordo e iracundo (Kenneth Griffith), el cura primerizo, la dama de honor ninfómana (Sophie Thompson, sí la hermana de Emma),  las revelaciones insospechadas, ninguna comedia puede funcionar sin su porción de drama. El prototipo masculino que encarna Grant es también epocal, fóbico al compromiso, inmaduro, Peter Pan eterno y terriblemente torpe con los tiempos incluso tras haber identificado eso que todos ellos buscan y reconocen cuando se sinceran y que los hace en el fondo terriblemente románticos: el verdadero amor. Mientras aparece, procuran pasarlo bien, pero el hecho de que aún conserven ese ideal hace de esta comedia un producto entrañable y difícilmente reproducible. Más allá de las pamelas de Carrie o del Love is all around del one hit wonder Wet, wet, wet o de los intentos de emulación de Cuando Harry encontró a Sally del recuento de amantes de Carrie (menos que Madonna pero más que Ladi Di) la película mantiene su vigencia por los muchos momentos de hilaridad que contiene, por sacar partido del tipismo en beneficio de esa comicidad y por el ritmo tan suave y ágil que hace que, partiendo de unos escenarios a priori reiterativos, resulte en cambio un amable paseo festivo.







miércoles, 5 de junio de 2013

Tu est un grande pianiste. On sait tous ça.
C´est pas un problème de tourneuse 
qu´on va changer quoique ce soit




La tourneuse de pages (2006)

Dennis Dercourt es el responsable de imaginar y dirigir este desasosegante thriller que parece girar sobre la venganza que no solo se come fría sino que se ejecuta también con buenas dosis de frialdad por la joven Mélanie Prouvost (Déborah François). La hermética y reconcentrada niña Mélanie (Julie Richalet) está obsesionada con su carrera de piano. Hasta que un gesto de vanidad de la pianista y miembro del jurado de su prueba, Ariane Fouchécourt (Catherine Frot), arruina su actuación, le priva de esa obsesión reemplazándola, eso sí, por otra. Años después, recién licenciada como abogada entra en el despacho de un prestigioso jurista, Mr. Fouchécourt (Pascal Greggory) del que pronto su circunspecta y eficaz laboriosidad le granjean la confianza suficiente como para aceptar que reemplace en verano a la cuidadora de su hijo Tristán (Antoine Martynciow). Esto le da acceso privilegiado a su esposa, la desconsiderada pianista. Mélanie no puede llegar en mejor momento para sus planes. Ariane atraviesa una crisis de seguridad en sí misma desde que hace dos años como secuela de una accidente automovilístico. Solo dos personas perciben la implacable frialdad de Mélanie. La amiga violinista, Virginie (Clotilde Mollet, la inolvidable camarera del bar de Amélie), que integra con ella y el violoncelista Laurent (Xavier De Guillebon) el trío de cámara cuyo decisivo concierto preparan a la llegada de Mélanie. Y el hijo de ésta al que no se priva de perjudicar de forma bastante perversa y sibilina. Los estudios musicales le proporcionan a Mélanie la destreza para convertirse en la tourneuse de pages, la pasadora o cambiadora de páginas. La propia Ariane le advierte de la importancia de su rol, es el apoyo que garantiza su tranquilidad. A partir de ahí la venganza no solo está servida sino que es de fácil, aunque metódica, aplicación. Pero este film sin sangre que recuerda según los críticos a Alfred Hitchcok y Claude Chabrol, tanto que de haber sido Isabelle Huppert más joven podrían haberle dado tranquilamente el papel...¿pivota de forma central sobre esa venganza psicológica? ¿O se sirve de ese instrumento para dejar abandonada una advertencia? 
Una lectura posible es que esta trama podría muy fácilmente no haber tenido lugar. Ariane y Mélanie en realidad se parecen bastante. Mélanie tenía que haber confiado más en sus facultades, tal y como le aconsejaba su padre el carnivero M. Prouvost (Jacques Bonnaffé) de quien había heredado la meticulosidad. No debería haberse desanimado ni haber encerrado su música bajo llave.
Y Ariane no debería haber dejado que el trauma de un accidente le hubiera privado de la alegría de tocar, de la confianza en su brillantez como concertista de piano. Fueron sus mutuas inseguridades las que crearon el monstruo de su infelicidad. Y no hay nada que celebrar en ello, ningún triunfo ni ningún ganador al que acreditar en ese mutuo desperdicio de vida.

martes, 4 de junio de 2013

That´s depressing and it´s expensive, two words i hate. You know the words i like?
I like the word "peppy" and the word "cheap". Peppy and cheap.






Soapdish (1991)
Michael Hoffman describió con guión de Robert Harling y Andrew Bergman un pedazo de la realidad del mundo televisivo que uno de los productores, Aaron Spelling, conocía bien. No será la última vez que se acerque a una trayectoria profesional femenina estresante que tiene que lidiar con el equilibrio en el ámbito personal, sino recuérdense los apuros de Michelle Pfeiffer en One fine day (1996). Tampoco será la última vez que trabaje con el magnífico Kevin Kline, con quien repetirá con mejor o peor fortuna en A midsummer night´s dream (1999) y en The emperor´s club (2002). En este caso Kevin Kline encarna a un actor relegado a un escenario de un restaurante de jubilados en Florida, Jeffrey Anderson, que se consuela pensando que salva algo de su dignidad interpretando La muerte de un viajante de Arthur Miller aunque sea entre toses y convulsiones comatosas. La responsable de su ostracismo de veinte años es la reina del principal culebrón The sun also sets, la novia de américa (american sweethearth) ahora en la cuarentena Celeste Thalbert (Sally Field). La detestan por orden de intensidad sus compañeras de reparto Montana Morehead (Catherine Moriarty) y Ariel Maloney (Teri Hatcher, bastante antes de ser la novia televisiva de Superman). Y luego un jovencísimo Robert Downey Jr. en papel de yupie de la producción David Seton Barnes con la voluntad abducida por sus lúbricas inclinaciones hacia Montana. Las únicas aliadas con las que cuenta en inicio Celeste son su guionista Rose Schwartz (Whoopie Goldberg) y su sobrina Angélique (Elisabeth Sue, en los años que hacía de novia de Michael J. Fox en las dos últimas entregas de Back to the future). Montana y David tienen la firme intención de manipular el guión en descrédito de Celeste y resucitar en la serie a Jeffrey Anderson para terminar de desestabilizar su actuación y conseguir su retiro y el ascenso de Montana. A pesar de los aberrantes argumentos que se pueda manejar en este tipo de producto televisivo, la realidad, como se evidencia en el momento culmen de la cinta que justifica su retitulación española de Escándalo en el plató, prueba ser aún más escabrosa. Las revelaciones demuestran que el star system no tiene ninguna tolerancia ante los perfiles personales que no se ajusten al personaje fabricado por la industria para sus actores. Y que la fama implica una servidumbre importante y no pequeños sacrificios a la felicidad. Pero puesto que esto es una comedia aparte de mucho brillo barato en el vestuario siempre se puede contar con un giro en la trama que asegure un final sino muy creíble sí fiel al espíritu de atar cabos y poner un punto final sobre cada trama individual que caracteriza al género del culebrón televisivo. La elección de Sally Field no es casual porque sus comienzos fueron en televisión donde acumuló una larga experiencia como actriz hasta su primera película en 1977. Y no tuvo inconveniente en volver a ella en los años noventa incluso con un óscar bajo el brazo.






jueves, 23 de mayo de 2013

It takes a rare thing, a turning point,
to free oneself on any obsession.
Be it prejudice or hate...or even love.





Snow falling on cedars (1999)

Esta película emprende una revisión a esos sótanos poco aireados, fríos e incluso pútridos del alma de algunas personas. No hay nada que pueda agravar más la pena que una pérdida produce que la incapacidad para asumirla como tal, para dejarla ir y seguir viviendo por encima de ella. El argumento de esta película parte de la primera novela de David Guterson que fue además de un éxito de ventas premio PEN /Faulkner. Ha sido calificada de thriller de misterio porque el punto de partida es la sospechosa muerte del pescador americano Carl Heine (Eric Thal) y el acusado su amigo de la infancia Kazuo Miyamoto (Rick Yune) y el tiempo de la acción se corresponde con el desarrollo del juicio y su conclusión.La calificación de drama es muy ajustada para esta película del australiano Scott Hicks porque la atmósfera dramática no deja un momento de respiro y a ello contribuye en buena medida la música debida a James Newton Howard con sus violines lacerantes.Unida a la azulada fotografía uno cree estar en El Piano de Jane Campion. La trama romántica también guarda cierta similitud.La acción transcurre en 1954 con algunos flashbacks a la infancia y adolescencia de sus dos protagonistas.
Ishmael (Reeve Carney)y Hatsue(Anne Suzuki)crecen en San Piedro Island, un emplazamiento ficticio que ha sido situado rodado en Bainbridge Island, en la región de Puget Sound en la costa de Washington. Un enclave del Pacífico habitado por estadounidenses y japoneses. Ishmael y Hatsue tienen poco más que un escondite en el interior de un viejo cedro y un montón de incertidumbres.La convivencia se ve rota por la emergencia de la segunda guerra mundial y los vecinos japoneses son desplazados a un campo de concentración.
Al comienzo del film la báscula de los agravios parece pesar del lado japonés. Un hombre japonés ha asesinado presuntamente a un norteamericano. Su mujer Hatsue (Yûki Kudô) reacciona insensible antes los acercamientos de otro americano al que rechazó en el pasado, Ishmael Chambers (Ethan Hawke), que ha tomado el testigo de su padre Arthur (Sam Sheppard) en el periódico local. El abogado de la acusación Alvin Hooks (James Rebhorn), la mujer de la víctima Susan Marie (Anja Bareikis), su madre Etta (Celia Weston)y hasta la debilidad del abogado de la defensa Nels Gudmundsson (Max Von Sydow) parecen augurar del juez Fielding (James Cromwell)una pronta sentencia condenatoria.El desarrollo de la acción desvela las tramas ocultas, los prejuicios y rencores de toda la comunidad y lleva a la propia comunidad y a sus protagonistas de vuelta hacia sus episodios más dolorosos.
No hay camino fácil hacia el perdón y mucho menos hacia el olvido. Y no comporta pequeños sacrificios al egoísmo perseguir la coincidencia entre lo justo y la justicia. Aún así queda un margen de acción a la bondad de los hombres para corregir los destrozos de los accidentes que gobiernan el universo.



martes, 21 de mayo de 2013

Not so easy, is it? Might even be the toughest job in the entire world.
Bends your back, drives you nuts and it makes your boobs droop.
So, don´t be ashamed about asking for help.



Mr. Mom (1983)

La historia del cine vindicará en algún momento cercano como se merece la década de los ochenta, porque dejó títulos memorables como éste que supieron hablar con una razonable cantidad de verosimilitud de aspectos de la vida del común de los mortales, con la justa carga de drama y de comedia e incluso con desarrollos imaginativos hilarantes. Como reza el título impostado en España "Las locas peripecias del un señor mamá" el argumento principal gira en torno a un forzado cambio de roles familiares. Jack Butler (Michael Keaton) es un ingeniero automovilístico cesado fulminantemente durante unos trying economic times de la planta en Detroit para la que trabajaba. Su mujer Caroline (Teri Garr), licenciada con experiencia en publicidad al cargo de los tres hijos del matrimonio, es la primera de la familia en encontrar empleo. Y este demuestra ser muy absorbente, tanto por las propias exigencias del empleo como por la disponibilidad exigida por el empleador, Ron Richardson (Martin Mull). Así pues Kenny, Alex y Megan (Taliesin Jaffe, Frederick Koehler, Courtney y Britanny White) quedan completamente a su cargo. Y Jack se ve manoteando en un oceano de técnicos de mantenimiento del hogar y desconocidas reglas de colegio y supermercado. Tras el caos más desastroso inicial que roza el género de terror Jack cae en una asimilación del rol de ama de casa frustrada y depresiva, aliviada por culebrones televisivos y una especie de pandilla de guerra entre la que figuran la cotilla Anette (Miriam Flynn) y la explosiva destrozahogares Joan (Ann Jillian). La dirección de Stan Dragoti, que dos años después haría llorar de risa al público con El Hombre del zapato rojo protagonizada por Tom Hanks, es muy solvente. Pero sobre todo hay que agradecer el guión firmado por John Wilden Hughes Jr. que evoluciona en un crescendo imparable de situaciones bizarras y desternillantes. Keaton encuentra ocasión de desplegar todo su abundante arsenal trágico-cómico y de exponer con crudeza el desafío intenso que puede representar la vida familiar en un mundo de carreras proresionales cada vez más demandantes. Muchos padres con hijos pequeños podrán reconocerse en ella, echarse de paso unas cuantas risas catárquicas y llegar exhaustos a la única conclusión posible: no hay fórmulas mágicas en esa lucha diaria. Y que no decaiga...