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jueves, 5 de septiembre de 2013

I never get mad, never. The way I was raised, it was bad manners, 
Well, I got mad, and it felt great.




Fried green tomatoes (1991)
Esta película comienza con la visita a una tía anciana que no quiere saber nada de la mujer de su sobrino, Evelyn (Kathy Bates). El problema de esta espectador ideal de Oprah Winfrey es, aparte de la ansiedad oral que le conduce irremisiblemente al sobrepeso, a todas luces la falta de afecto y atención de su aburrido esposo Ed (Gailard Sartain) que responde al cliché espectador televisivo de deportes bis barrilete cervecero. En la sala de espera de la residencia conoce a Ninny Threadgoode (Jessica Tandy) que sin venir mucho a cuento comienza a seducirla con una historia de dos vidas en una localidad de Alabama, Whistle Stop, en los años treinta. Se teje así una amistad entre la pre-menopáusica Evelyn y la anciana sureña al mismo tiempo que se cuenta la historia de otra amistad femenina. Como es bien sabido las actrices que encarnaron a la marimacho Idgy Threadgoogde (Mary Stuart Masterson) y Ruth Jamison (Mary- Louise Parker) y la autora de la novela de partida, Fannie Flagg, eran partidarias del desarrollo del amor lésbico de las protagonistas en la pantalla. Pero el director Jon Avnet y los productores no lo tenían tan claro. Así ocurre, que aunque son los depositarios del dinero los que tienen la última palabra en esta película pasa un poco lo que en Casablanca, que la indecisión y divergencia con la que se creó queda reflejada en el resultado final y hay escenas de gran sensualidad que permiten una interpretación lésbica aunque finalmente la línea narrativa general subraye más la sororidad amistosa. Lo que sí queda claro es que las amigas de los años treinta forman un equipo eficaz capaz de sobrellevar el duelo por la muerte del hermano de Idgy, Buddy (Chris O´Donnell), luchar contra el machismo, el maltrato del marido de Ruth, Franck Bennet (Nick Searsy) e incluso con el racismo vigente en aquel momento en ese estado y el resto de la Unión. Frente a todo el mal que puede rodearlas crean un fuerte llamado Whistle Stop Café en el que ofrecen algo más que la receta de Tomates verdes fritos. Ofrendan a todos los necesitados, desempleados vagabundos y familias empobrecidas un punto de referencia de la verdadera caridad que finalmente es reconocida incluso por el reverendo Scroggins (Richard Riehle) y que cuenta en el ex-jugador de póker que ha acompañado la adolescencia de la niña salvaje Idgy reconvertido en sheriff Grady (Gary Basaraba) y el ángel de la guarda designado por la familia Big George (Stan Shaw) en versión masculina de la nanny de Scarlet O´Hara como referentes masculinos alternativos.
Al margen de cualquier polémica esta película proclama el irrenunciable derecho y necesidad de la mujer a la felicidad, cómo en su naturaleza esa búsqueda de bienestar consigo misma y con el mundo no se detiene jamás y que de ese proceso resulta muchas veces un bien disfrutable en comunidad.