miércoles, 5 de junio de 2013

Tu est un grande pianiste. On sait tous ça.
C´est pas un problème de tourneuse 
qu´on va changer quoique ce soit




La tourneuse de pages (2006)

Dennis Dercourt es el responsable de imaginar y dirigir este desasosegante thriller que parece girar sobre la venganza que no solo se come fría sino que se ejecuta también con buenas dosis de frialdad por la joven Mélanie Prouvost (Déborah François). La hermética y reconcentrada niña Mélanie (Julie Richalet) está obsesionada con su carrera de piano. Hasta que un gesto de vanidad de la pianista y miembro del jurado de su prueba, Ariane Fouchécourt (Catherine Frot), arruina su actuación, le priva de esa obsesión reemplazándola, eso sí, por otra. Años después, recién licenciada como abogada entra en el despacho de un prestigioso jurista, Mr. Fouchécourt (Pascal Greggory) del que pronto su circunspecta y eficaz laboriosidad le granjean la confianza suficiente como para aceptar que reemplace en verano a la cuidadora de su hijo Tristán (Antoine Martynciow). Esto le da acceso privilegiado a su esposa, la desconsiderada pianista. Mélanie no puede llegar en mejor momento para sus planes. Ariane atraviesa una crisis de seguridad en sí misma desde que hace dos años como secuela de una accidente automovilístico. Solo dos personas perciben la implacable frialdad de Mélanie. La amiga violinista, Virginie (Clotilde Mollet, la inolvidable camarera del bar de Amélie), que integra con ella y el violoncelista Laurent (Xavier De Guillebon) el trío de cámara cuyo decisivo concierto preparan a la llegada de Mélanie. Y el hijo de ésta al que no se priva de perjudicar de forma bastante perversa y sibilina. Los estudios musicales le proporcionan a Mélanie la destreza para convertirse en la tourneuse de pages, la pasadora o cambiadora de páginas. La propia Ariane le advierte de la importancia de su rol, es el apoyo que garantiza su tranquilidad. A partir de ahí la venganza no solo está servida sino que es de fácil, aunque metódica, aplicación. Pero este film sin sangre que recuerda según los críticos a Alfred Hitchcok y Claude Chabrol, tanto que de haber sido Isabelle Huppert más joven podrían haberle dado tranquilamente el papel...¿pivota de forma central sobre esa venganza psicológica? ¿O se sirve de ese instrumento para dejar abandonada una advertencia? 
Una lectura posible es que esta trama podría muy fácilmente no haber tenido lugar. Ariane y Mélanie en realidad se parecen bastante. Mélanie tenía que haber confiado más en sus facultades, tal y como le aconsejaba su padre el carnivero M. Prouvost (Jacques Bonnaffé) de quien había heredado la meticulosidad. No debería haberse desanimado ni haber encerrado su música bajo llave.
Y Ariane no debería haber dejado que el trauma de un accidente le hubiera privado de la alegría de tocar, de la confianza en su brillantez como concertista de piano. Fueron sus mutuas inseguridades las que crearon el monstruo de su infelicidad. Y no hay nada que celebrar en ello, ningún triunfo ni ningún ganador al que acreditar en ese mutuo desperdicio de vida.

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