sábado, 18 de mayo de 2013

When my 60 seconds came around i realized i had 
everything i ever wanted... but nothing i really needed. 


 

Leap Year (2010)
Deborah Kaplan y Harry Elfont se inspiraron en las tradiciones y leyendas de la madre patria que para los anglosajones de Estados Unidos, si hemos de juzgar por lo que nos devuelve su cine, se reduce a Irlanda.
De allí tomaro la excusa principal de este film dirigido por Anan Tucker que ha sido etiquetado como comedia romántica pero que a juzgar por las peripecias que hace vivir a su arrojada protagonista Ana Brady (Amy Adams) bien podría calificarse de cine de aventuras. Desde los títulos de crédito se nos describe a esta mujer bostoniana como alguien competitivo, perfeccionista, seguro de sí mismo y capaz de cualquier proeza subida a sus indefectibles tacones de 600 euros y 10 centímetros de altura. Anna es home stager, una de esas nuevas profesiones derivadas del desarrollo del capitalismo: ella realiza recreaciones mediante decoración interior y mobiliario real, de muestrario, para que los agentes inmobiliarios consigan convencer a sus clientes de las potencialidades de un domicilio en venta. Y es re realmente eficiente en ello. Sabe lo que quiere y dónde quiere vivir, en los exclusivos apartamentos Davenport, cuyo proceso de admisión sigue escrupulosamente con su novio Jeremy (Adam Scott). Pero hay una circunstancia que entorpece su completa felicidad, su novio el cardiólogo, cuya vestimenta dicho sea de paso hace dudar sobre su verdadera orientación, no termina de aportar la deseada petición de mano. Su decepcionante padre, Jack Brady (John Lithgow) le cuenta la historia familiar de sus abuelos donde al parecer su abuela debió echar mano de la tradición irlandesa que permite a las novias declararse un 29 de febrero (por tanto, cada año bisiesto, de ahí leap year). Aprovechando la circunstancia de que su importante novio se encuentra de congreso en Dublin decide seguirle para tomar, como norteamericana que es, una tradición foránea más al pie de la letra que los propios del lugar.
Una tormenta se cruza en el camino y tras varios aeropuertos consigue un barco que no alcanza sino a dejarla en el remoto pueblo de Dingle (cuyos acantilados fueron grabados en las Islas de Arán). Allí tiene su taberna y pensión Declan O´Callagham (Matthew Goode) siempre escoltado de los tres borrachines del pueblo: Seamus (Noel O´Donovan), Donald (Pat Laffan, el infausto George Burgess en The Snapper) y Joe (Alan Devlin). Anna enrola a Declan en su gesta por alcanzar por carreteras irlandesas la capital y así reunirse con el que cree hombre de su vida. Por el camino las peripecias de todo tipo (accidentes, vacas, robos, trenes perdidos, banquetes de boda) van facilitando el conocimiento de estas dos personalidades aparentemente opuestas reunidas por el azar. Hay tiempo para otra leyenda irlandesa, narrada por Declan en lo que vendría ser un pastiche cinematográfico de la Roca de Dunamase y Ballycastle. Es verdad que se abusa de escenas tópicas como los besos en silueta (a la luz de la luna, al atardecer) y que se revisa con bastante transparencia clásicos como It happened one night (1934) o The quiet man (1952) pero no creo que toda pretensión de dotar de cierta magia o romanticismo a la elección de pareja deba ser condenada de reaccionaria o sexista. No lo sería si fuera el hombre quien emprendiera una gesta semejante en busca de la mujer que considera la elegida. Se trata de un ejercicio extremo de la voluntad de elección y en ese llevar las cosas al extremo hay suficiente terreno para el caos y la comedia como ya había demostrado Marisa Tomei en Only you (1994). Y también hay opción como le sucede a Amanda Seyfreid en otra película estrenada en el mismo año que ésta Letters to Juliet (2010) para reconsiderar las propias opciones personales y lograr con ello un margen de libertad mayor. Puesto que solo un gran viaje conduce a un gran amor y ese viaje es siempre de descubrimiento.


sábado, 27 de abril de 2013

Time has gather us together, and Time is stronger than a rope.


  
 Rancho Notorius (1952)

El western no se hizo para las mujeres. El Oeste americano, tal y como lo hemos conocido por el cine clásico norteamericano, era un territorio hostil donde su supervivencia era muy precaria y su papel en él se circunscribía a los interiores de una modesta casa de colonos o un saloon. En él normalmente eran agredidas o raptadas como moneda de cambio, o incluso violadas. Hay dos films en los cincuenta que contrarrestan un poco esto con personajes masculinos realmente protagonistas y dotados de fuerza. Uno es Johnny Guitar (1954) de Nicholas Ray el otro es Rancho Notorius, traducido aquí como Encubridora (1952) de Fritz Lang. Lang está considerado uno de los precursores del film noir con M. el vampiro de Dusseldorf (1931) y esto conviene tenerlo presente al contemplar la descripción del tormento psicológico que arrostra el protagonista, Vern Haskell (Arthur Kennedy) después de que su novia Beth Forbes (Gloria Henry) sea asesinada y forzada por un ladrón. Las manos crispadas, la cualidad actoral de las sombras y el empleo de la iluminación son herencias expresionistas. El empleo de diversas canciones como "Legend of Chuck A Luck", Gipsy Davy" y "Get Away Young Man" de Ken Darby interpretadas por William Lee tiene cualidades de un contenido melodrama. La primera, en especial, planea como un romance de trovador recordándonos que esta es una historia de Odio, Muerte y Venganza. Y el orden no es casual porque aunque lo primero que se produce es una muerte, es el Odio el motor de la trama y en el camino hacia la Venganza se siembra muerte en abundancia. Pero es también la historia de una investigación llevada a cabo por un vaquero en el sentido más rural del término (pastor de ganado vacuno) que al comienzo no sabe ni empuñar un arma pero que llevado de ese odio evoluciona hasta convertirse en un pistolero implacable. Aprende de uno de los mejores, Frenchy Fairmont (Mel Ferrer) a cuyo encuentro acude en la celda de una cárcel para lograr llegar al escondite de Altar Keane (Marlene Dietrich), la mujer protagonista que parece tener la clave del paradero del asesino de su novia, el cobarde Kinch (Lloyd Gough). Y esa investigación es también el retrato de la vida errante con su ascensión social, brillo y posterior retiro de un artista de vodevil, una cotizada cantante de saloons que un buen día decide erigir el Rancho Notorius cercano a la frontera mejicana que ofrece refugio a su pareja Frenchy y a los fuera de la ley como él a cambio de un 10% de comisión sobre sus ganancias ilícitas. El sobrenombre del rancho es Chuck -A-Luck porque fue una rueda de la fortuna lo que unió a Frenchy y Altar. Altar aprende que construir la propia felicidad sobre la ruina de la de otros nunca ha sido buen negocio. Y Frenchy que desconfiar del afecto y lealtad de los más próximos no es la más sabia de las actitudes. En cuanto a la enseñanza que le deja ese paso al lado oscuro y salvaje al vaquero Vern tal vez esté contenida en la escena final, esta vez sí, muy propia del género y al mismo tiempo muy iconoclasta.

lunes, 15 de abril de 2013

Her smile portended nothing.
Her innocence was the first part of her soul to die.



 The Raven (2012)
James McTeigue sumó en 2012 un título más a la extensa filmografía inspirada en la vida y obra de Edgard Allan Poe (John Cusack). Situó la acción en sus últimos días de vida en Baltimore y convirtió a estos en una frenética lucha contrarreloj por salvar la vida una novia ficcional, Emily Hamilton (Alice Eve). Para ello deberá relatar en The Patriot crímenes que siguen el patrón de El misterio de Marie Roget, El Pozo y el Péndulo, Los hechos del caso Valdemar, El barril del amontillado y El corazón delator. En los trabajos detectivescos acompañará al policía cientítico Fields (Luke Evans), tendrá que solicitar ayuda del progenitor de Emily, muy contrario a su relación (Brendan Gleeson), dará varias alegrías más a su editor Maddux (Kevin McNully) y por supuesto al inspirador de todo, su fanático lector reconvertido en asesino en serie (Sam Hazeldine) cuyas pupilas dilatadas y frío iris aumentan el terror que va sembrando. Aunque emplea algunos procedimientos de otros biopics, las libertades que se toma en la reconstrucción histórica, sumaria, abundando en planos cortos y escenas nocturnas para evitar escenografías, permite al director realizar un film cuya narración es fiel al espíritu de los relatos de Poe a partir del collage de ideas contenidas en varios de ellos. Para Cusack ha sido la ocasión de vindicarse como actor dramático, dejando de lado todos los modismos que le son característicos para trasmutarse en esa otra persona que era Poe y planear en un último vuelo muy bajo, rasante, como el cuervo al que dedicó el poema que le habría de granjear su escasa celebridad en vida. En medio de todo ese festival forense de sangre y vísceras aún encontró el director tiempo para inventarse una historia de amor, tal vez la que Poe debió vivir, después de la muerte por tuberculosis de su esposa. Un amor capaz de redimir al más perdido de los seres, un amor que partía de la admiración más pura, justo el reverso de la admiración más oscura que está detrás de todos los crímenes de esta magnífica película.
 

domingo, 14 de abril de 2013

I´m whatever else is around, 
so i´m free to just exist.


I heart Huckabees (2004)

Hay relatos que tratan de lidiar con lo que en otro tiempo se llamó el pensamiento existencialista sobre la propia vida. Y describir la confusión, desazón y desconcierto que asalta a las personas idealistas en este mundo que les ha tocado vivir. Y tal vez David O. Russell, que antes de dedicarse a hacer cine se licenció en literatura inglesa y ciencias políticas, pensó que podía contribuir algo a ese relato de extrañamiento de sí. Y probablemente lo logró en la medida que este film es desconcertante. Uno no sabe si está ante una gigantesca y pedante tontería, un intento muy light de hacer comedia del absurdo, le asaltan preguntas sin respuesta como ¿qué hizo que Isabelle Huppert, Lily Tomlin y Dustin Hoffman decidieran encarnar a los detectives existencialistas Caterine Vauban, Bernard y Vivian respectivamente? Porque uno puede entender la presencia de Jason Schwartzman en el papel de activista verde Albert Markovski que entra en un proceso de desmantelamiento de su identidad para averigurar la razón de una triple coincidencia con un chico negro adoptado. Después de todo Schwartzman es inevitable en cualquier producto indie freak pseudo-intelectualoide. Y  Jude Law está en papel de guapo encantador, Brad Stand, algo tampoco tan extraño en su filmografía. Naomi Watts como la modelo Dawn Campbell y Mark Walhberg como el bombero Tommy Corn o Marisa Tomei como la descontenta mujer de Tommy tampoco son elecciones de casting inauditas. Y rescatar a Tippi Hedren como la heredera del terreno pantanoso donado a la comunidad que la expansión de la cadena de supermercados Huckabees amenaza no deja de ser entrañable. Pero qué hacen todos ellos en este enredo pasado por prozac que ni es trágico ni cómico de veras, que no es más que una parodia insulsa, es lo que cabe preguntarse. A nivel personal la moraleja camina hacia el siguiente esquema, lleve las cosas hasta el límite de la resistencia nerviosa y dos antagonistas Albert Markovski y Brad Stand se descubrirán a sí mismo en el otro y se uniran terminando con toda la agresividad y beligerancia que les separaba.

viernes, 12 de abril de 2013

- Your ignorance is understandable since you lack of history.
- The propriety commands me to ignorance.
- Condemns you to it. And your writing to the state of a female accomplishment.



Becoming Jane (2007)
Este biopic dirigido por Julian Jarrold ahonda en la juventud de Jane Austen, en ese amor juvenil que sintió por el futuro juez y político irlandés Thomas Langlois Leffroy (un inspiradísimo James McAvoy). La joven Jane (Anne Hathaway) es hija del vicario de una parroquia de Hampshire (James Cromwell) y su realista madre (Julie Walters) le explica muy claramente que no hay dinero con el que dotarla para un matrimonio ventajoso y la única posibilidad de inserción social y de escapar a la miseria es aceptar la proposición más ventajosa que se le presente. Su hermana Cassandra (Anna Maxwell Martin )ya ha hecho una elección por amor comprometiéndose con un futuro párroco que emplaza su boda a la vuelta de una misión en Santo Domingo. A ella se le presenta la oportunidad de casarse con el heredero de la rica del lugar, Lady Gresham (Maggie Smith) y el joven Mr. Wisley (Lawrence Fox) tendrá ocasión de mostrar su sincero aprecio por su perseverancia. No todos sus pretendientes harán gala de esa nobleza. Pero el azar hace que el Juez Langlois (Ian Richardson) determine para su sobrino y heredero una cura a sus excesos londinenses vía estancia campestre atropellando de ese modo azaroso la tranquila vida de la aspirante a escritora que es aún Jane. Hay amores que están destinados a caminar a nuestro lado mucho tiempo y otros que son simplemente la abeja de la mayéutica socrática, nos abren horizontes, cambian nuestra forma de entender la vida para siempre y una vez cumplida su función en nuestra historia personal, desaparecen. Hay amores que frustran las personas más viles. O simplemente hay amores que no pueden ser, pues su cumplimiento entraña el dolor de demasiadas terceras personas como para que resulte una opción deseable. A Jane Austen no le gustaba construir su felicidad sobre la infelicidad de otros. Amaba a su familia demasiado como para causar un daño en otras familias. Y su familia, su hermano Henry (Joe Anderson) y su cuñada Eliza de Feuillide (Lucy Cohu) la sostienen en su camino de dolor. Conocía su posición y lo que esta representaba para el mundo social en el que se desenvolvía. Amó, sufrió y vivió en consecuencia. Esto es lo que viene a contar este biopic que se concede unas cuantas libertades para hacer la trama de una tensión dramática insoportable y asegurarse de que hasta el más despiadado acabe bañado en lágrimas. Es cierto que el acento de Hathaway es claramente mejorable, que suena a veces muy yankie, pero con ser mejor el de Keira Knightley no hace sus personajes de Austen más creíbles ni tampoco la química con sus parejas ochocentistas. Tramposo o no, el guión logra empatizar sobre la circunstancia vital de la escritora y  ése es el mayor logro de una biografía.

miércoles, 10 de abril de 2013

-  I feel dissapointment.
- That´s a lover´s word.

The Interpreter (2005)
A lo largo de ese film de Sidney Pollack averigüamos que la intérprete de la Onu, Silvia Broome,  a la que da vida Nicole Kidman no es una empleada neutral. Su pasado africano, del mismo origen (la República de Matobo) que el idioma Ku en el que escucha por azar el plan para liquidar a su presidente, su militancia armada en la disidencia de ese dignatario hace que fluctúe para la policía entre la condición de sospechosa y víctima. Los policías encargados de la seguridad de autoridades, Tobin Keller (Sean Penn) y Dot Woods (Catherine Keener) deberán lidiar además con una dificultad añadida que complica la ya de por sí tensa contrarreloj para resolver el complot antes del discurso del presidente africano. Y es que tanto Silvia como Tobin son dos personas en proceso de duelo, Silvia por su familia asesinada, Tobin por su mujer muerta en un accidente que bien pudiera encubrir también un asesinato. Dos personas en el límite de desmoronarse por la más desgarradora tristeza. El film se beneficia de un reparto solvente, de la fotografía diurna más bella que de Nueva York se haya hecho desde sus muelles más modernos, de todos los ángulos y efectos que caracterizan al cine de acción y de la química eficiente entre Penn y Kidman que tiñe de afecto su difícil coincidencia vital. Es además una de esas películas a sumar en una larga lista ya de cine que expresa la mala conciencia occidental y estadounidense respecto al tratamiento del continente africano. Una película que abunda en los traumas que causan las guerras, en los ideales que se traicionan en la política de las naciones en construcción. Y que por supuesto no decepciona respecto a la aparición en papel pequeño de su director. Proporciona además ocasión al magnífico Yvan Attal (Philippe) para probarse en papeles del star-system, realiza un homenaje a Isak Dinesen con la añoranza de África que expresa su protagonista reivindicando ese poco conocido mundo de los sudafricanos blancos. La superación del daño irreparable que ejerce la violencia indiscriminada sin ejecutar venganza es, sin embargo, la piedra de toque del argumento.

lunes, 8 de abril de 2013


Attaquer à la hierarchie c´est remettre en cause le système.
On va pas vous en laisser faire ça.



36, Quai des Orfèvres (2004)

No hay peores odios que los que se profesan rivales que en el pasado compartieron amistad, confidencias e incluso un amor. Esa abismo entre Léo Vrinks (Daniel Auteil) y Denis Klein (Gérard Depardieu) a propósito de Camille Vrinks (Valèria Golino) determina en buena parte esa pérdida de gracia o hado fatal que se abate sobre el equipo de policías de la dirección del título de esta película de Olivier Marchal. El superior de ambos, el director de la policía judicial Robert Mancini (André  Dussolier) pone la nota ecuánime, equilibrada y racional a ese dúo BRI - OCD que es puro estómago y que se mueve por instintos. Aunque se había decidido por Vrinks para sustituirle en el puesto, su caída en desgracia favorece al hombre que contribuye a esa caída, Klein, que es quien accede al poder que tanto ambicionaba. Se acumulan las injusticias sobre aquellos que nos inspiran más simpatía, aquellos que conservan aún mayor cantidad de humanidad, un número mayor de buenos gestos que oponer a la corrupción de otros. Aquellos que amaban la profesión abandonan, como Ève Verhagen (Catherine Marchal, esposa del director) hacia oscuros puestos. Es cine negro, muy negro, con algunos pasajes próximos al melodrama. Con el privilegio de reunir padre e hija en la ficción y en la realidad, Lola Vrinks en edad de 17 años interpretada por Aurore Auteil. Aunque, si se suma a lo ya dicho que el director se reserva un pequeño papel, el de Christo, pareja de la madame amiga del protagonista Manou Berliner (Mylène Demongeot), no hay de qué extrañarse. C´est un affaire de famille. El guión es circular, va atando todos los cabos que deja sueltos y retorna al equilibrio. No hay dramatismos en la fotografía. La luminosa campiña no está exenta de resultar idónea para albergar el crimen o la traición. Algo de lo que amamos queda y la risa va por barrios serían las moralejas más inmediatas.

sábado, 6 de abril de 2013

Something has happened. You can´t go back and have it not happen.
Some kind of connection has been made. It has to be played out.




  



Gran Canyon (1991)
Lawrence Kasdan es responsable de muchos hallazgos felices: el personaje de Indiana Jones, el descubrimiento de Kevin Costner (que tuvo sus momentos aunque a veces nos pese rememorarlo), Keanu Reeves o River Phoeniz y algunos de los mejores títulos de William Hurt y Kathleen Turner (Fuego en el cuerpo, El turista accidental). En los últimos tiempos sus dos últimas películas de resultado algo decepcionante le han hecho concentrar sus esfuerzos en su faceta de guionista. Antes de eso, como guionista (junto a su mujer Meg) y como director firmó este film. En él repetía con Kevin Kline y Danny Glover. Y antes de Iñarritu y de las Vidas cruzadas (Short chuts, 1993) de Robert Alman, compuso en ella un retrato de la convivencia de las gentes de Los Ángeles con la violencia creciente de sus calles y barrios, el sempiterno helicóptero de la policía cruzando sus cielos nocturnos.
Así, un productor de cine gore violento, Steve Martin, comparte un partido de béisbol con su amigo abogado de inmigración Mack (Kevin Kline) y a la salida este último toma el atajo equivocado por un barrio habitado por negros y se topa en plena avería con una de sus bandas armadas. Tiene la suerte de ser auxiliado por el encargado de la grúa negro Simon (Danny Glover) quien hace entrar en razón al cabecilla. Esa deuda de vida que contrae Mack transforma todo su mundo. Ya no puede desentenderse de la vida de Simon y de procurar mejorarla, incluso consiguiendo para él una novia, Jane (Alfre Woodard). Tampoco puede permanecer indiferente a la transformación que se produce en su mujer Claire (Mary Mcdonnell) a raiz del encuentro con una bebé abandonada en unos arbustos.  Y de esta manera también logra resolver la atracción que siente por su asistente Dee (Mary-Louise Parker, en el tipo de papel que hoy encarnaría alguien como Anne Hathaway). Aparte del placer de ver a Kevin Kline y Steve Martin en un papel dramático (este último mucho mejor actor en ellos que en los papeles cómicos en mi subjetiva opinión) y de disfrutar de una actriz muy valorada entonces y olvidada luego (Mary Mcdonnell) uno extrae el mensaje de que frente a todo el caos y violencia sobre el que nadie tiene ningún control puede haber margen de acción para el amor, los buenos sentimientos, la amistad, los caminos apacibles y que estos contribuyen en gran medida a que sus habitantes no terminen completamente histéricos las 24 horas del día.



jueves, 4 de abril de 2013

- how about Alice for a girl? Like Alice in Wonderland?
- I like Sadie, like in Sexy Sadie.



Wonderland (1999)

Michael Winterbotton dejó en esta película un retrato agridulce de muchas vidas londinenses, al límite de las fuerzas y con poco sitio para el brillo o la euforia. Se retrata las vidas de varios miembros de una familia de clase obrera, principalmente de las tres hermanas que atraviesan situaciones vitales dispares. Debbie (Shirley Henderson) es peluquera y madre de un niño de unos doce años de cuyo padre está separado. Tiene ligues cuando puede pero no pretende de ellos más que la satisfacción sexual. La que le sigue en edad es probablemente Nadia (Gina Mckee, auténtico vector protagonista de la cinta) que trabaja como camarera, está soltera y se ha inscrito en la página "lonely hearts" de contactos para encontrar pareja. Y luego está Molly (Molly Parker)a punto de dar a luz y con un marido, Eddie (John Simm) que la adora pero que está abrumado por la responsabilidad de la paternidad y eso le lleva a reconsiderar su trayectoria vital. La familia se completa con el ex de Debbie, Dan (Ian Hart), sus padres, el pacífico Bill (Jack Shepherd) y la amargada y violenta Eileen (Kika Markham)y el hermano que ha escapado del núcleo, Darren (Enzo Cilenti).La película traslada un Londres visto por un Boccioni con cámara de vídeo, más disfrutable de noche que en horas de luz en el que centellean las luces artificiales a través de la niebla configurando ese paisaje de maravilla por el que deambulan desorientados y algo descorazonados sus solitarios habitantes. Nadia va sin descanso transitando por él dentro de esa nebulosa de luces, transitando sin ver la felicidad que le espera cerca y que se revela tan solo al final.

martes, 2 de abril de 2013

- Los sueños hay que cocinarlos con las cosas que uno tiene en la nevera.
No con las cosas extrañas que te venden en los restaurants de la guía Michelín. 
Por más estrellas que tengan, mujer. [..] Abrí la nevera, mirá,
y haya angulas o boquerones, todo puede resultar rico.



Entre vivir y soñar (2004)
Alfonso Albacete y David Menkes dirigieron y firmaron junto con Ángeles González Sinde esta tragicomedia cursi. Ana (Carmen Maura) creyó encontrar a su gran amor en el verano del 68 en la Costa del Sol con quince años (Marta Etura), un francés llamado Pierre (David Janer) pero éste se marchó precipitadamente con su familia. Y luego perdió a su gran amiga Verónica (Elena de Frutos) porque la familia de ésta se marchó también, pero a la emigración a Argentina. Dos años más tarde se casó con el vocalista de Félix y los desaparecidos pensando que o bien por esa circunstancia del rock o bien por la agencia de viajes de su padre en la que acabaría trabajando ella también tendría opción de viajar y ver mundo. Pero Félix (Manuel Manquiña) acabó siendo un pelmazo aburrido de cuidado, timorato a los aviones y alérgico a los viajes. Así que básicamente a Ana le quedó tener una hija, criarla, estudiar francés - atención al cameo de Fernando Colomo y a la narración en off de Wyoming- y dar clases de cocina francesa cultivando los sueños del amor con Pierre que no pudo ser. Son esas clases de cocina las que le dan la excusa para plantarse en París y aparte de cumplir más o menos bien con lo que se espera de ella en la academia dedica el resto de su tiempo a buscar frenéticamente a su amor platónico. En esta búsqueda le ayuda su amiga Verónica (Soledad Sylveira) aportándole el apellido de Pierre (Langlois) y el vecino de la chica que le deja el apartamento, Juan Francisco, Jean François para los amigos de Paris (Àlex Brendemühl). Es en la química entre esos dos soñadores que interpretan Maura y Brendemühl donde reside el auténtico valor de esta enrevesada historia de cómo a los cincuenta hasta el más pusilánime puede decidirse por abandonar el territorio cómodo de los sueños y decidirse a poblar su vida de realidades. Al grito de "ahora o nunca". Y además disfrutarlo. Por eso, por esos tejados de París al amanecer, por regalar a Maura un papel de ingenua realmente enternecedor, por unos cuantos momentos genuinamente hilarantes y el rescate que hace del amor de los inocentes esta película merece contemplarse con cariño e indulgencia.