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domingo, 2 de septiembre de 2012

"Mais, qu´est-ce que tu crois? que tu est toi seule à prendre des
casquettes avec les mecs, hein?Tu as eu mal, j´ai eu mal.
Ça preuve qu´ont est encore vivantes."


Laisse tes mains sur mes hanches. (2003).
Incluso las mujeres con vida social, realizadas en lo profesional e independientes como la actriz de teatro Odile Rousselet (Chantal Lauby) tienen derecho a experimentar el síndrome de nido vacío cuando su hija de dieciocho años Marie (Armelle Deutsch) decide dejar de vivir con ellas para convivir con su novio. Amigas de paso como Myriam Bardem (Rossy de Palma) o su patrulla urbana compuesta por la casada trompée Nathalie (Claude Perron, la inolvidable empleada de sex-shop de Amélie) o el alegre Miche (Thomas Derichebourg) estarán al quite para cuidarla en esa transición a la soltería a secas. Odile tiene una fantasía de sus diecisiete años, de enamorada de un feriante con la canción Tombe la neige de Adamo de fondo. Otra canción de ese cantante trasnochado da título al segundo film y último como directora de Chantal Louby, presentadora de televisión que desarrolló luego carrera de humorista y actriz. Myriam le lanza en una marquesina de autobús un sortilegio de hada para que se cumplan sus deseos tras una deprimente noche de discoteca. Aparecen al instante Idir, Rachid y Kader, tres feriantes admiradores de la actriz que las dejan en casa y las emplazan para visitar la feria. La mirada fija de Kader (el debutante Jean-Pierre Martins) y el estado de pérdida y confusión abierta a todo de Odile la empuja una y otra vez a la feria, un mundo suspendido fuera de las reglas rígidas de la urbe, de sus ensayos dirigidos por Bernard (Alain Chabat) o su réplica (Jean-Hugues Anglade) o de esos conserjes que se entrometen y juzgan constantemente su vida. Odile aprende a aceptar agradecida y humilde el presente sin más, el amor de hoy y la buena compañía.

lunes, 27 de agosto de 2012

"Comment expliquer la peinture? celle qui me bouleverse, 
celle qui me fait pleurer, qui me fait jubiler?"


Dialogue avec mon jardinier (2007).

La película es una adaptación literaria de la novela homónima de Henri Cueco con guión del director (Jean Becker) y Jean Cosmos que debieron construir casi de cero el personaje de "payaso blanco" del pintor. Becker volvía de forma más concentrada a los grandes temas de Les enfants du Marais (1998), la amistad masculina y el retorno a la pureza de la infancia.
Un pintor consagrado en París de mediana edad (Daniel Auteil) se retira en la casa familiar y contrata un jardinero que resulta ser Léo, un antiguo amigo de Primaria (Jean-Pierre Darroussin). Retoman esa amistad con la misma complicidad y con el máximo respeto por lo que el otro decidiese hacer de su vida. El pintor salió del pueblo abandonando el destino profesional familiar de boticario, el jardinero disfruta de lo que más le gusta tras retirarse de toda una vida de duro trabajo ferroviario. El pintor está en trámite de divorcio de su esposa (Fanny Cottençon), fatigada ya de tanta infidelidad con modelos y/o alumnas como Magda (Alexia Barlier) que se reúne a pasar un tiempo en el campo con él. El jardinero ha sabido mantener bajo su ala a su esposa cabileña (Hiam Abbas) e hijas. El contacto con ese paisano de clase obrera y pensamiento sencillo devuelve al parisino de adopción hacia ciertas verdades esenciales de la vida que solo intuyó tras la muerte de sus progenitores que se le estaban escapando. Todos podemos acompañarnos y enseñarnos algo útil en esta vida. Y la amistad, como el amor, no entiende de clases ni diferencias socioeconómicas, reside en la química, en el buen empaste de dos caracteres.

sábado, 25 de agosto de 2012

"You are the butter to my bread, the breath to my life"
Julie & Julia. (2009)
Aficionados a la cocina, o no, esta película puede interesar a todos aquellos que quieran ver cómo dos personas reencuentran el paso perdido de su recorrido vital. Su directora es la difunta Norah Ephron (1941-2012) que representaba la quintaesencia del mejor neoyorkino. La película se estructura en dos relatos que se van intercalando, el de Julia Child "la mujer que enseñó a América a cocina comida francesa" y la aspirante a escritora Julie Powell. Bien ella o el casting de Kathy Driscoll y Francine Maisler cayeron en la cuenta de que la complicidad gigantesca de Meryl Streep y Stanley Tucci en The Devil Wears Prada bien merecía otra oportunidad para desplegarse ante la pantalla y los convirtieron en el matrimonio de Julia y Paul Child que se trasladan a París donde él debe integrarse a su puesto de agregado cultural de la Embajada Estadounidense. Ella no desea volver a trabajar como funcionaria del gobierno pero tampoco desea ser "some frivolous wife looking for a way to kill time". Decididamente Julia Child no estaba en el killing time business. Quería dar a su vida significado, hacer algo con solidez. Julie Powell trabaja en la Oficina de apoyo a las víctimas del 11S, tiene una novela a medias que nadie quiere publicar y un grupo de amigas exitosas y blackberrieadictas que cubren también su necesidad de enemigas, si la tuviera. Su madre si no es castradora es, desde luego, una pisaverdes. Y encima su marido ha decidido que para gozar de un piso más amplio van a mudarse a Queen, los outerboroughs. De hecho la película arranca con esas dos mudanzas, Paris y Queens, 1950 y 2002. Ambas sienten que no basta con un trabajo alimenticio y ser amas de casa. Ambas cuentan con el apoyo incondicional de sus maridos (Tucci y Chris Messina), ambos buena gente que las quieren bien. La cocina les sirve a ambas para centrar su vida y reencontrar la alegría, los buenos amigos como Avis De Voto (Deborah Rush) en Julia o Sarah en Julie (Mary Lynn Rajskub) y el disfrute del presente que nunca debieron perder. Y para dejar su aportación en el mundo, aspiración legítima de cualquier vida humana. Se agradece además el retrato del hogar cotidiano, Si bien el Paris de los cincuenta es algo edulcorado al estilo Amélie, el reflejo de un domicilio de treintañeros del año 2002 tiene ese aire desordenado de casa real, sin relación con las casas de revista, que se echa mucho de menos en el cine que presume de ser contemporáneo. El lujo austero de las cocinas de Child contra la modestia de la cocina de Julie pero la misma pasión por alcanzar un objetivo personal. Buen ejemplo de la capacidad inspiradora de aquellos a quienes admiramos para animarnos en nuestra propia superación.

viernes, 17 de agosto de 2012


"mon ambition c´est atteindre la parfaite paresse pour l´homme riche et le pauvre aussi"


Elena et les hommes. (1956).

Jean Renoir pudo soñar tal vez con arrancar a Helena el estigma adquirido en Troya como femme fatale o instrumento del destino pero su Elena "sin h" revisita mejor otro mito griego, el de Pigmalión, cambiando el género. A Elena le gusta pensar que su misión en la vida es emplear su belleza y el amor que inspira en los hombres para ayudarles en la consecución de sus más altos ideales y ambiciones. Una vez logrados éstos, Elena cambia de misión y en consecuencia de hombre. Este modus operandi puede resentirse en ocasiones de falta de liquidez que siempre puede resolverse por un matrimonio de conveniencia. Elena es por matrimonio solo la princesa Sorokowska, viuda de un insignificante príncipe polaco víctima de su afición a la fabricación de bombas con destino al Zar ruso, pero cualquier monarca o gobernante envidiaría su cerebro de estratega. Exquisita en sus maneras y toilette pero de gustos sencillos, regala margaritas como portebonheur a sus favorecidos y ama la multitud. No duda en mezclarse con ella por las atestadas calles de un París de estudio en algarabía sin fín el 14 de julio hasta perder sombrilla, sombrero, monedero y hasta un guante de piel bebiendo tintorro con la misma delectación que si bebiera néctar de los dioses. Una mujer distinguida pero accesible a la vez solo podría interpretarla alguien como Ingrid Bergman. Pero lo  que destaca en ella es la imperturbable felicidad que la acompaña y eleva por encima del resto de los agitados mortales que la rodean y que, como su tía, hacen de la crise de désespoir todo un arte. Elena no cree en el amor para ella, le preocupan asuntos de mayor relevancia. Su única pasión es esa influencia benefactora que puede jugar en hombres llamados eventualmente a regir una nación como el general Rolland (magnífico Jean Marais). Es un hada madrina que tropieza en la multitud y a lo largo de su misión una y otra vez con un hombre sin más ambición que desmontar el rígido esquema de vida que ésta se ha autoimpuesto (Mel Ferrer). Los secundarios como Jean Richard (Héctor) o Magali Noël (Lolotte), las cantantes famosas en sus cameos (Juliette Greco de gitana es todo un hallazgo) redondean el aire de sainete de un cuadro alegre a mayor gloria de la joie de vivre gala.

martes, 14 de agosto de 2012

"Il faut qu´on fasse un enfant, même si être ensemble est triste, 
           on fasse comme tout le monde, le reste viendra."


 Il est plus facile qu´un chameau. (2003)

La vida son problemas, también en las familias ricas, también en la familia de Carla Bruni y Valeria Bruni Tedeschi. Y la segunda, actriz consagrada a quien fue legado la parte del león del talento familiar, sensibilidad exquisita y no poca belleza, decidió explicar su intrahistoria en su debut como directora. La película no cuenta cómo el compositor Alberto Bruni Tedeschi se hizo millonario como importador de caucho en los años 20 pero sí como él y su esposa, la pianista Marysa Borini, comunicaron a sus niños el cambio de domicilio de Turín a Suiza (París en la película) por la amenaza de secuestro de los Brigate Rosse. Federica Camerasca (Valeria) transita en muchos mundos. El de su infancia por flashbacks. El de su imaginación por ilustraciones de Anaïs Vaugelade en las que visualiza cosas que no comprende. El de su vida adulta atrapada entre relaciones presentes con Pierre (Jean-Hugues Anglade), descendiente de italianos con una inmensa conciencia de clase obrera y pasadas con Philippe (Denis Podalydès) seductor inverosímil calvo, feo, ridículo traidor de su vida de casado feliz, patético bailarín de tango en los quais del Sena. O el de la vida adulta que pretende tener una mujer de religiosidad y alegría infantiles entre su padre moribundo, su fría madre que se interpreta a sí misma, su desequilibrada hermana Bianca (Chiara Mastroianni) siempre a punto de llamar a su psicoanalista, su hermano Aurelio (Lambert Wilson) que vive dando la vuelta al mundo y ese cura de paciencia infinita (Pascal Bongard) que no puede ayudarle a encontrar esa cuadratura del círculo por la cuál un rico debería poder acceder al reino de los cielos aunque fuese a costa de renunciar a su riqueza. Federica es una mujer que quiere ser amada por todos: los Brigate Rosse (la ensoñación de la cena en familia cantando la chilena "El pueblo unido jamás será vencido" es un hallazgo), su familia, el director teatral que lee sus obras sin acabar de estrenar ninguna...ambiciona hasta el afecto maternal de la esposa de su ex. Y se debate entre un síndrome de Peter Pan y una vida normal. Quiere abandonar la soltería aunque sea in extremis con El hombre del jardín (Yvan Attal), dejar de ser nadie para convertirse en esposa, madre, dramaturga,  una trabajadora más. Tener una vida plena más allá del dinero. El comienzo homenajea el arranque de Comte de Printemps de Rohmer y buena parte de sus coetáneos actores a la compañera y amiga, attrice direttrice que transita por los afectos de su vida como por los idiomas, con torpe fluidez.