"You are the butter to my bread, the breath to my life"
Julie & Julia. (2009)
Aficionados a la cocina, o no, esta película puede interesar a todos aquellos que quieran ver cómo dos personas reencuentran el paso perdido de su recorrido vital. Su directora es la difunta Norah Ephron (1941-2012) que representaba la quintaesencia del mejor neoyorkino. La película se estructura en dos relatos que se van intercalando, el de Julia Child "la mujer que enseñó a América a cocina comida francesa" y la aspirante a escritora Julie Powell. Bien ella o el casting de Kathy Driscoll y Francine Maisler cayeron en la cuenta de que la complicidad gigantesca de Meryl Streep y Stanley Tucci en The Devil Wears Prada bien merecía otra oportunidad para desplegarse ante la pantalla y los convirtieron en el matrimonio de Julia y Paul Child que se trasladan a París donde él debe integrarse a su puesto de agregado cultural de la Embajada Estadounidense. Ella no desea volver a trabajar como funcionaria del gobierno pero tampoco desea ser "some frivolous wife looking for a way to kill time". Decididamente Julia Child no estaba en el killing time business. Quería dar a su vida significado, hacer algo con solidez. Julie Powell trabaja en la Oficina de apoyo a las víctimas del 11S, tiene una novela a medias que nadie quiere publicar y un grupo de amigas exitosas y blackberrieadictas que cubren también su necesidad de enemigas, si la tuviera. Su madre si no es castradora es, desde luego, una pisaverdes. Y encima su marido ha decidido que para gozar de un piso más amplio van a mudarse a Queen, los outerboroughs. De hecho la película arranca con esas dos mudanzas, Paris y Queens, 1950 y 2002. Ambas sienten que no basta con un trabajo alimenticio y ser amas de casa. Ambas cuentan con el apoyo incondicional de sus maridos (Tucci y Chris Messina), ambos buena gente que las quieren bien. La cocina les sirve a ambas para centrar su vida y reencontrar la alegría, los buenos amigos como Avis De Voto (Deborah Rush) en Julia o Sarah en Julie (Mary Lynn Rajskub) y el disfrute del presente que nunca debieron perder. Y para dejar su aportación en el mundo, aspiración legítima de cualquier vida humana. Se agradece además el retrato del hogar cotidiano, Si bien el Paris de los cincuenta es algo edulcorado al estilo Amélie, el reflejo de un domicilio de treintañeros del año 2002 tiene ese aire desordenado de casa real, sin relación con las casas de revista, que se echa mucho de menos en el cine que presume de ser contemporáneo. El lujo austero de las cocinas de Child contra la modestia de la cocina de Julie pero la misma pasión por alcanzar un objetivo personal. Buen ejemplo de la capacidad inspiradora de aquellos a quienes admiramos para animarnos en nuestra propia superación.
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