"mon ambition c´est atteindre la parfaite paresse pour l´homme riche et le pauvre aussi"
Elena et les hommes. (1956).
Jean Renoir pudo soñar tal vez con arrancar a Helena el estigma adquirido en Troya como femme fatale o instrumento del destino pero su Elena "sin h" revisita mejor otro mito griego, el de Pigmalión, cambiando el género. A Elena le gusta pensar que su misión en la vida es emplear su belleza y el amor que inspira en los hombres para ayudarles en la consecución de sus más altos ideales y ambiciones. Una vez logrados éstos, Elena cambia de misión y en consecuencia de hombre. Este modus operandi puede resentirse en ocasiones de falta de liquidez que siempre puede resolverse por un matrimonio de conveniencia. Elena es por matrimonio solo la princesa Sorokowska, viuda de un insignificante príncipe polaco víctima de su afición a la fabricación de bombas con destino al Zar ruso, pero cualquier monarca o gobernante envidiaría su cerebro de estratega. Exquisita en sus maneras y toilette pero de gustos sencillos, regala margaritas como portebonheur a sus favorecidos y ama la multitud. No duda en mezclarse con ella por las atestadas calles de un París de estudio en algarabía sin fín el 14 de julio hasta perder sombrilla, sombrero, monedero y hasta un guante de piel bebiendo tintorro con la misma delectación que si bebiera néctar de los dioses. Una mujer distinguida pero accesible a la vez solo podría interpretarla alguien como Ingrid Bergman. Pero lo que destaca en ella es la imperturbable felicidad que la acompaña y eleva por encima del resto de los agitados mortales que la rodean y que, como su tía, hacen de la crise de désespoir todo un arte. Elena no cree en el amor para ella, le preocupan asuntos de mayor relevancia. Su única pasión es esa influencia benefactora que puede jugar en hombres llamados eventualmente a regir una nación como el general Rolland (magnífico Jean Marais). Es un hada madrina que tropieza en la multitud y a lo largo de su misión una y otra vez con un hombre sin más ambición que desmontar el rígido esquema de vida que ésta se ha autoimpuesto (Mel Ferrer). Los secundarios como Jean Richard (Héctor) o Magali Noël (Lolotte), las cantantes famosas en sus cameos (Juliette Greco de gitana es todo un hallazgo) redondean el aire de sainete de un cuadro alegre a mayor gloria de la joie de vivre gala.