- Vous tombez amoureuse de tous les hommes que vous trahissez?
- En tout cas, je vous ai jamais trahis.
Anthony Zimmer (2005).
Estamos en crisis, todo es austeridad, recortes, pobreza, insolidaridad, low cost flight, low cost bar, saldos, rebajas, facilidades, pagos aplazados, cómodos plazos, precios mínimos garantizados, ofertas del día y un largo repiqueteo de "la vida en otro tiempo fue mejor". Abrimos una revista de moda o vemos esta película escrita y dirigida por Jérôme Salle y se acabó, estamos de vuelta en el 'todo es posible' de la materialidad. La película arranca con unos zapatos de tacón, abertura delantera (Sherlock Holmes podía hacer una ficha consuetudinaria solo con unos zapatos), un bolso de una calidad de piel y acabados que se consigue a partir de los mil euros, una mujer que avanza como un estandarte de elegancia por un restaurante revestido también de los mismos atributos. En los últimos años los cineastas españoles descubrieron una veta en el cine de terror, los franceses en el cine negro. Ambos cuentan con medios limitados respecto a las producciones estadounidenses así que la famosa elipsis de Lubitsch es, más que un rasgo de estilo, una imposición presupuestaria. Pero eso puede hacer que saquemos partido gracias a la fotografía hasta del verjurado del papel del cigarrillo que fuma Chiara mientras espera a su amado Anthony Zimmer, que no se presenta pero sí el mensajero que trae el hilo con el que comienza el juego. Zimmer es un ex-traficante de drogas perseguido por sus delitos fiscales por el policía francés Akerman de mirada bicolor (Sami Frey) y por Nassaïev (Daniel Olbryschki) un ex-KGB que se hace pasar por funcionario pero trabaja para "Les voleurs dans la loi", clientes de Zimmer que han decidido callar a éste para siempre. Las órdenes para esta enamorada convertida en mujer fatal (Sophie Marceau) son: tomar el TGV en dirección Niza, elegir un hombre al azar, seducirlo, invitarlo a su suite y fingir pareja en silueta para los perseguidores. Elige a un mediocre traductor llamado François Taillandier (Yvan Attal) que ha decidido darse un homenaje en el equivalente a primera clase del Ave en dirección a una casa rural donde olvidar que su mujer lo abandonó hace seis meses....Movimientos felinos, el truco de la cremallera atascada, la voz de jazz y lo ha convertido ya en su camarero. Algún rechazo menor y una concesión directa a la yugular: "Vous êtes exactement mon genre d´homme." El hombre Decathlon no tenía posibilidad de rehusar, desembarca en el Carlton con Chiara Manzoni a disfrutar de las bondades de la costa azul. Vistas de helicóptero, picados, cenitales, travellings frontales, laterales y algún macro si es preciso comunicar algo táctil. Dos sicarios rusos intentan matar al incauto Taillandier que no puede ponerse más que los vaqueros y debe dejar atrás gafas y pastillas contra la ansiedad para recibir una buena dosis de adrenalina. En ese punto uno ya está dentro del film, cree tener claro quienes son los buenos y los malos como acostumbra el cine negro. Taillandier recuerda el saber popular que aconseja desconfiar de las apariencias pero estas son poderosas. En eso confía la película para esconder al espectador la segunda vuelta que establece la verdad insoslayable de la existencia del amor por encima del conocimiento. El hombre de paja seducido decide subvertir las reglas del juego, tomar las riendas, ser el héroe de las novelas policíacas que acostumbraba a leer. En esos equilibrios y cambios de poder se desarrolla un film que deja migas para ser recogidas tras la revelación, que puede parecer superficial pero necesita la mirada ingenua complementada por la consciente. Dobles identidades y dobles lealtades que se resuelven de camino a una casa entre bosques digna de Richard Neutra. Calidad material y personal. Clase. Una invitación al viaje.