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lunes, 18 de marzo de 2013

It´s not a question of who´s wright or wrong,
 it´s simply a question of what´s inside the person.


Stand-In (1937)
De no ser por la ulterior celebridad de Leslie Howard y Humphrey Bogart esta película basada en la novela homónima de Clarence Budington Kelland podía haberse quedado sepultado para siempre en el cementerio de los celuloides echados al olvido. Su esquema argumental principal, el de una comedia romántica de hombre sesudo trasmutado en persona por las virtudes salvíficas del enamoramiento no era extraño a la época, no hay más que recordar Ball of Fire (1941) de Howard Hawks, eso sí, cuatro años posterior. Solo que esta película retitulada aquí como Siempre Eva, sí, el estupor que produce esa conversión no precisa mayor comentario, es algo más que la remozada historia del pecado original que nos pretenden colar. Su director Tay Garnett y los guionistas Gene Towne y C. Graham Baker convirtieron la cinta en una ocasión para hacer cine obrero, del obrero de Hollywood para ser precisos. Y eso se advierte desde el título que la protagonista, Lester Plum (interpretada por Joan Blondell) explica al mago de las finanzas Atterbury Tod (L. Howard) a su llegada de Nueva York a Hollywood para una auditoría de los números de Collosal Studios. Una stand- in es aquella persona que soporta el calor de los focos y la parte pesada de los cálculos fotográficos, de iluminación y demás ajustes del set antes de la llegada de la estrella Cheri (Marla Shelton). Ella y el director Douglas Quintain (Bogart) serán testigos de su transformación en persona comprometida con los 3.000 trabajadores del estudio y sus familias. Ellos deberán salvar los puestos de todos para que el especulador Ivor Nassau (C. Henry Gordon) no logre convencer a los banqueros dirigidos por el patriarca Fowler PettyPacker (Tully Marshall) de malvender los estudios. Los dobles, las estrellas olvidadas (Charles Middleton como Abraham Lincoln), los animales amaestrados, las niñas prodigio explotadas por sus progenitores, los técnicos de los estudios, los guardarropías, chóferes, todos ellos son los protagonistas de esta película. Sin sentimentalismos superfluos ni soflamas politiqueras demasiado abundantes. Solo las historias de vida de las personas que hacen con sus manos los productos del ocio y del espectáculo. Personas que saben el lugar que ocupan, que son conscientes de su pequeña importancia dentro del gran engranaje y aún así encuentran el modo de ser felices con lo que hacen y consigo mismos. Una ración de humildad para el mundo del lujo y el glamour. Como curiosidad, Joan Blondell se interpretaba a sí misma pues fue una niña prodigio, formó parte de las Ziegfield Follies y a pesar de una nominación de la academia debió sus éxitos más al teatro que al cine.